La guerra sin sentido
"Estamos En una guerra ilógica, Enfrentados como salvajes, luchando Entre nosotros y siendo incapaces de ponernos de acuerdo En nada. no sumamos, dividimos".
Hace 51 años, el 14 julio de 1969, iniciaba el conflicto armado entre Honduras y El Salvador, conocido como la Guerra de las Cien Horas, o la Guerra del Fútbol. A la sazón constaba yo de 10 años y recuerdo claramente el ambiente tenso que se vivía, a través de las conversaciones de los mayores.
Vivíamos en un estado de expectación por posibles bombardeos, especialmente de noche. Aunque solo duró cuatro días, a esa edad se antojó eterna.
Una guerra causada por el feudalismo de ambos países y los problemas con los campesinos desposeídos que reclamaban tierras, siendo mayor el problema en El Salvador dada su mayor densidad de población, que ocasionaba una migración constante hacia nuestro país.
En 1969 la reforma agraria instalada por el presidente Oswaldo López Arellano lleva a la expropiaciones de tierras de pequeños campesinos salvadoreños que ya se habían hecho de tierras en la frontera.
Fue la última vez que se utilizaron en una guerra aviones de pistón y hélice, originarios de EUA, ya que ambos Ejércitos contaban con aviones que habían servido en la Segunda Guerra Mundial. Las bajas se estimaron según la historia entre 4,000-6,000 entre ambos países, incluyendo civiles. La guerra solo produce eso, dolor y sangre.
Ahora, seis décadas después, en siglos y milenios distintos, seguimos en guerra, esta vez, interna.
Guerra entre hondureños causada por un divisionismo político como nunca antes se había visto. Polarización que raya en odio. Bandos políticos que se descalifican por deporte separando familias enteras por el único pecado de tener una afiliación distinta. Por una confrontación exagerada al creerse portadores únicos de la verdad.
Por un desmedido deseo de figurar en medios. Por ideologías políticas de plástico, porque siempre tienen un fin personal ulterior, por una increíble ausencia de líderes capaces de unificar al pueblo y llevarlo en el objetivo común de sacar a flote un país que se ahoga.
Estamos en una guerra ilógica enfrentados como salvajes luchando entre nosotros y siendo incapaces de ponernos de acuerdo en nada. No sumamos, dividimos.
La única guerra que debería existir es la de ideas, pero no lo es. Es de insultos, calumnia, difamación y pasiones. Las ideas quedaron en un pasado glorioso que no todos vivieron. Son historia.
Seis décadas después de la guerra seguimos en otra peor. Una sin sentido.