Diario La Prensa

La guerra sin sentido

"Estamos En una guerra ilógica, Enfrentado­s como salvajes, luchando Entre nosotros y siendo incapaces de ponernos de acuerdo En nada. no sumamos, dividimos".

- Francisco Gómez fargo77@hotmail.com

Hace 51 años, el 14 julio de 1969, iniciaba el conflicto armado entre Honduras y El Salvador, conocido como la Guerra de las Cien Horas, o la Guerra del Fútbol. A la sazón constaba yo de 10 años y recuerdo claramente el ambiente tenso que se vivía, a través de las conversaci­ones de los mayores.

Vivíamos en un estado de expectació­n por posibles bombardeos, especialme­nte de noche. Aunque solo duró cuatro días, a esa edad se antojó eterna.

Una guerra causada por el feudalismo de ambos países y los problemas con los campesinos desposeído­s que reclamaban tierras, siendo mayor el problema en El Salvador dada su mayor densidad de población, que ocasionaba una migración constante hacia nuestro país.

En 1969 la reforma agraria instalada por el presidente Oswaldo López Arellano lleva a la expropiaci­ones de tierras de pequeños campesinos salvadoreñ­os que ya se habían hecho de tierras en la frontera.

Fue la última vez que se utilizaron en una guerra aviones de pistón y hélice, originario­s de EUA, ya que ambos Ejércitos contaban con aviones que habían servido en la Segunda Guerra Mundial. Las bajas se estimaron según la historia entre 4,000-6,000 entre ambos países, incluyendo civiles. La guerra solo produce eso, dolor y sangre.

Ahora, seis décadas después, en siglos y milenios distintos, seguimos en guerra, esta vez, interna.

Guerra entre hondureños causada por un divisionis­mo político como nunca antes se había visto. Polarizaci­ón que raya en odio. Bandos políticos que se descalific­an por deporte separando familias enteras por el único pecado de tener una afiliación distinta. Por una confrontac­ión exagerada al creerse portadores únicos de la verdad.

Por un desmedido deseo de figurar en medios. Por ideologías políticas de plástico, porque siempre tienen un fin personal ulterior, por una increíble ausencia de líderes capaces de unificar al pueblo y llevarlo en el objetivo común de sacar a flote un país que se ahoga.

Estamos en una guerra ilógica enfrentado­s como salvajes luchando entre nosotros y siendo incapaces de ponernos de acuerdo en nada. No sumamos, dividimos.

La única guerra que debería existir es la de ideas, pero no lo es. Es de insultos, calumnia, difamación y pasiones. Las ideas quedaron en un pasado glorioso que no todos vivieron. Son historia.

Seis décadas después de la guerra seguimos en otra peor. Una sin sentido.

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