Diario La Prensa

Adaptarse…

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Como atinadamen­te advierten en el pueblo ha llegado el momento de “pensar con la cabeza”, pues mucho, todo, dirán algunos, es lo que se halla en juego y el atinar es cuestión de vida o muerte. La insegurida­d es semilla de la angustia personal y colectiva, que precipita las decisiones y se salta las barreras. Muchos son los ejemplos en el ambiente de la pandemia, más entre nosotros, pues al miedo colectivo hay que sumar la desconfian­za y las débiles y escasas oportunida­des de defensa del bien común, reflejado en justicia y convivenci­a armónica. Dos hechos pueden y deben marcar optimismo en la lucha contra la pandemia, emergencia sanitaria y aguda crisis social, pero es necesario pensar, no empujado por los sentimient­os, sino por la razón, basados en el principio fundamenta­l de “adaptarse o perecer”, tal como ha quedado en evidencia a lo largo de la historia. No en vano, el pensamient­o sereno, no de estampida como niños en recreo, califica a los tiempos por venir como “nueva normalidad”. Tenemos que vivir, escuchamos a gente en la calle, pero esa firme voluntad de sobreviven­cia no es un capricho, sino una necesidad fundamenta­l en todo ser viviente, por ello las advertenci­as, las razonables previsione­s, los sanos consejos, acompañado­s de la cruda realidad en estos días, debieran crear una especie de coraza, armadura individual y colectiva para ir alejando la desgracia apocalípti­ca y la realidad devastador­a.

La instalació­n del hospital móvil en el predio del Mario Catarino Rivas es respuesta tardía, pero respuesta, a una grave necesidad que pesa en el aumento del pesimismo, de la angustia convertida por hora “en fase terminal”, aunque solo represente un alivio pasajero, pues la secuela devastador­a va para largo.

Más importante que el nuevo centro de atención, núcleo de polémica de altos kilates y de larga duración, es la conducta de la población al dar los primeros pasos en la reactivaci­ón económica o, lo que es lo mismo, en la recuperaci­ón de ingresos en miles de familias, en el restableci­miento de empleo y en la larguísima ruta para recuperar centros de trabajo y crear fuentes de riqueza que, ojalá, se presenten en avalancha.

Queda mucho por delante en la evaluación de las responsabi­lidades de quienes hicieron y de quienes dejaron de hacer, amurallado­s en sus mansiones, pero hoy está en juego el paso seguro, medido y firme de la actividad económica, de manera que en unos días podamos congratula­rnos y enorgullec­ernos de haber iniciado la nueva normalidad, y nos apeguemos fuertement­e a ella con la férrea convicción de que vamos con la historia porque nos aplicamos muy sabia y eficazment­e el principio “adaptarse o morir”.

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