Diario La Prensa

La epidemia de la desconfian­za

- Noé Vega noevega99@gmail.com

Los hondureños cada vez creen menos en los políticos, y después del covid 19 creen mucho menos. Los últimos escándalos de corrupción cometidos en medio de la peor crisis que ha afrontado Honduras, a punto de cumplir 200 años de historia patria, amenazan con devolver al país el desasosieg­o social y la incertidum­bre política. No es para menos. La corrupción no conoce ni fronteras ni límites, por lo que los últimos hechos de corrupción cometidos en plena pandemia dejan entrever una vez más la crueldad de la corrupción pública.

Lo inquietant­e de todos estos hechos es que los políticos siguen creyendo que los ciudadanos no perciben semejantes actos de corrupción, no se dan cuenta de dos cosas muy puntuales. La primera es que tenemos una ciudadanía más consciente de sus derechos, más informada, gracias a la tecnología, de hechos que en otros tiempos hubieran pasado inadvertid­os, cometidos en la más densa oscuridad del anonimato; la segunda es que nuestra endeble democracia sufrirá una crisis más profunda, sin olvidar que los caudillos que han convulsion­ado nuestros hermanos sudamerica­nos surgieron precisamen­te de esta crisis democrátic­a y de esta falta de credibilid­ad de los políticos tradiciona­les.

Es decir, el caudillism­o que hemos visto en América Latina surgir y decaer es una amenaza para las democracia­s, pero paradójica­mente todos estos fenómenos han sido incubados por los

"la crisis de credibilid­ad y desconfian­za hacia la Política tradiciona­l conllevará necesariam­ente Una crisis de gobernabil­idad".

políticos tradiciona­les y la corrupción pública, por lo que es una tarea imposterga­ble devolverle la ética. La crisis de credibilid­ad y desconfian­za hacia la política tradiciona­l conllevará a una crisis d ego bernabi lid ad, ya que cuando la corrupción­ha causado tales niveles de inf estación en las institucio­nes es difícil que la ciudadanía vuelva a confiar en la institucio­nalidad, a la cual se mira como parte de un engranaje que funciona solamente del lado de la corrupción.

La confianza ciudadana está muy erosionada y no es novedad que los hombres de uniforme ganen espacios ante la incapacida­d que han demostrado los políticos tradiciona­les, creando un ambiente de civilidad y militarism­o como un mal necesario para poder sostener una democracia que, cuando no encuentra vías que la legitimen ante la ciudadanía, habrá de tomar atajos para lograrlo. El discurso político va a cambiar, como van a cambiar los que se designen como salvadores de esta epidemia de corrupción. Así que no nos extrañemos cuando escuchemos el discurso potente en contra de las institucio­nales claves del sistema democrátic­o. Estemos atentos como ciudadanos, pues esta crisis de salud pronto se convertirá en una crisis del sistema democrátic­o y, ante ello, nuestra obligación es vigilar que su renovación venga de la mano de líderes no solo con un buen discurso, sino con grandes capacidade­s intelectua­les y sobre todo cualidades morales y éticas.

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