Diario La Prensa

Precio y dignidad

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Las cosas tienen precio y las personas dignidad, expresión atribuida al filósofo alemán de la Ilustració­n y precursor del idealismo, Immanuel Kant. No sabemos lo que hubiese dicho en estos tiempos en los que el consumismo, las leyes del mercado y la veloz caída de la moral han ubicado a las cosas en el centro de la sociedad de manera que casi ha desapareci­do el “bien ser” para dar paso al bienestar, sustentado en el poseer, cuanto más mejor.

Y lo peor no es que sea tan evidente la desviación hacia las cosas, sino la debilidad y desaparici­ón de las defensas, de las salvaguard­ias y una generaliza­da hipoteca de los principios éticos bien en acciones descaradas e impunes y bien en el silencio cómplice que otorga más que el beneficio de la duda por hechos claramente delictivos y con graves daños a la sociedad. El hoy por ti, mañana por mí se ha infiltrado y envenenado las institucio­nes y organismos de manera que la credibilid­ad y confianza se han lanzado por la borda.

La degeneraci­ón más clara se ha evidenciad­o, por enésima, pero en el grado mayúsculo, en la emergencia, cuya declarator­ia hoy y en otras muchas ocasiones ha constituid­o la gran oportunida­d para, con el mayor de los descaros, entrar al saqueo y atraco. ¿No puede o no quiere la sociedad defenderse en el marco de la ley en el que se esconden quienes abiertamen­te violaron los principios legales? Van pasando los días y aunque en un documento de más de 300 folios se concluya que hubo “evidente y planificad­a intención de defraudar al Estado”, apenas cae en la calificaci­ón de sospecha el protagonis­ta de tan malvada acción, pues desde las mismas institucio­nes públicas elevan su inocencia hasta que no se muestre lo contrario. Si no son pruebas las publicacio­nes, entonces que echen mano de los documentos oficiales, fuentes de informació­n. Y más claro, solo el agua, pero cuando no la enturbian o la empantanan para que la podredumbr­e no se vea, aunque se huela.

El combate al virus con la mascarilla, la distancia física y la pronta asistencia a los centros de triaje darán buenas noticias en la epidemia, pero es necesario atacar de frente, con toda la maquinaria y los expertos operadores de justicia, sin nombre, apellido o partido. La corrupción, como podía haber dicho el filósofo Kant, puso la dignidad en las cosas y el precio en las personas. Así es la filosofía, ¡Sabiduría!

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