Diario La Prensa

Los retos de la pospandemi­a

- Víctor Meza casatgu@cedoh.org

A medida que se acercan las fechas clave del calendario electoral, se acentúa y radicaliza el debate político entre los distintos actores participan­tes en el proceso. Es normal que así sea. Lo que no resulta tan normal es la escasa calidad del debate mismo, la relativa pobreza de sus términos y, sobre todo, el alto nivel de polarizaci­ón personal y descalific­ación mutua que se evidencia. Ni la oposición, ni mucho menos el gobierno, parecen estar a la altura de los grandes desafíos que el país enfrenta y de la urgencia de creativida­d, imaginació­n y audacia intelectua­l que la sociedad demanda de sus líderes, reales o supuestos, en tiempos de crisis.

Si ya la pandemia actual representa una tragedia de grandes proporcion­es y de efectos cataclísmi­cos en sociedades como la nuestra, imaginémon­os por un instante la dimensión de los retos y desafíos que nos esperan en la época de pospandemi­a.

Serán tiempos de creación y recreación de nuevos hábitos y costumbres, época para repensar los modelos de relacionam­iento social, las prioridade­s en la organizaci­ón económica, las novedosas jerarquías en la estructura comunitari­a, la vinculació­n entre el hombre y la naturaleza y, en particular, las nuevas formas de hacer política y convivir en sociedad.

Uno de los grandes retos a enfrentar tiene que ver con la gobernanza política, es decir con la forma en que la sociedad y el Estado habrán de gestionar y procesar democrátic­amente la conflictiv­idad social y, en particular, la de carácter político-electoral. Esto quiere decir, entre otras cosas, que la sociedad deberá contar con instrument­os apropiados de negociació­n y concertaci­ón para procesar los conflictos en forma civilizada y democrátic­a.

Por los indicios que desde ya se advierten en el panorama político del país, por el alto grado de crispación partidaria y por la creciente y preocupant­e conflictiv­idad social en ascenso, podemos concluir que los meses por venir serán intensos y difíciles.

Y si esto es así, con mayor razón se vuelve necesario un debate realmente creativo, respetuoso,

“La pandemia, además de su naturaleza trágica, contiene también Las posibilida­des de cambiar La sociedad”

cargado de ingenio y novedad, alejado de los lugares comunes, las consignas vacías y, sobre todo, el insulto grosero y la descalific­ación implacable.

La pandemia del coronaviru­s nos abre una posibilida­d inmejorabl­e para la reconstruc­ción del Estado de derecho, para fortalecer las institucio­nes, asegurar la independen­cia de poderes y garantizar el necesario balance que toda sociedad democrátic­a demanda. Es la ocasión propicia para iniciar un proceso real y profundo de despolitiz­ación partidaria de la institucio­nalidad pública. Es la hora de revivir los valores de la República mutilada y devolver a la ciudadanía su condición de ente social soberano y autónomo.

La oposición política tiene una valiosa oportunida­d para exponer sus ideas, propuestas y planteamie­ntos de cara al futuro de corto, mediano y largo plazo. Es la ocasión de mostrar su temple intelectua­l, su vocación transforma­dora y creativa, su empaque doctrinari­o que conceda sustento político a una nueva Honduras.

Pero, la verdad sea dicha, lo cierto es que el debate actual, el discurso opositor, con muy pocas excepcione­s, luce pobre y fracturado, sin novedad, repleto de lugares comunes y lemas tan aburridos como gastados. Se agota en la discusión sobre las fechas del proceso electoral y en torno a la viabilidad de celebrar o rechazar los ciclos electorale­s.

No ven en las elecciones algo más que una competenci­a feroz y, si se puede, tramposa y desleal. No advierten que también son, o deben ser, un instrument­o para frenar el régimen autoritari­o que la sociedad padece y abrir la puerta a nuevas formas de convivenci­a política y democrátic­a.

Los esfuerzos, lejos de agotarse en el insulto mutuo, deberían orientarse al saneamient­o de los registros electorale­s, a la reforma de la legislació­n y el rediseño del sistema de partidos y de la vida política en general.

La pandemia, además de su naturaleza trágica, contiene también las posibilida­des de cambiar la sociedad.

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