Gran pueblo, gran nación
No es imaginable una gran nación, sin un gran pueblo que la sueñe, que la construya con músculo tenso, carácter acerado y orgullo, flotando al viento. Estados Unidos es un gran pueblo porque los fundadores y sus dirigentes que lo han gobernado, lo han imaginado grande. Y en el esfuerzo de hacer grande a un pueblo hay cosas básicas: un sistema educativo que apunte en tal dirección, una formación cívica y patriótica definida, un relato de las grandezas del futuro, fruto del trabajo y la lucha, y una vinculación de la conducta ciudadana con el respeto y la sumisión a la ley y a las instituciones. Eso hicieron los persas, los griegos, los romanos, los españoles, los alemanes, los soviéticos. No hay otra fórmula. Ningún pueblo es un invento de otra nación. Ni siquiera Estados Unidos, hizo al Japón, porque el Japón, es obra del talento, la disciplina, el trabajo y el sueño de los japoneses
Honduras es un pueblo arrodillado, débil, pobre, sin carácter ni personalidad. No por pequeño, que hay otros menores, como Bélgica y Costa Rica, por ejemplo, sino porque el hondureño no tiene carácter y fuerza, más bien vive hincado, cabeza agachada, esperando que del norte le vengan las instrucciones y las dádivas. Aquí, celebramos cuando nos regalan. Y nos molestamos cuando compramos las cosas, porque nos han enseñado, en un sistema educativo defectuoso --que urge transformar-- que lo inteligente es vivir de los regalos y las sobras que los otros, reparten o dejan caer al suelo. Los gobernadores de cualquiera estado de los Estados
Unidos, incluido el más pequeño y más pobre, tiene más poder y provoca mas respecto que el Presidente de Honduras. Se imaginan una nación y nosotros, creemos que todavía somos una colonia que busca quien le gire instrucciones y le falte al respeto.
Esto es fruto de un sistema educativo inadecuado. Que cuenta educadores que no han sido sometidos a un proceso de remoción categorial, en donde la amargura, el complejo de inferioridad, sean sustituidos por el orgullo de su misión. Con un sistema único. Verticalmente integrado y horizontalmente descentralizado. Sin uno público para los pobres y otro privado para las élites. Uno forme el carácter, el espíritu crítico y el afán transformador de la realidad, para que los jóvenes palpen la realidad, construyendo sus propias visiones críticas para transformarla con imaginación, cambiando al tiempo que la modifican. Hay que descentralizarla, para que los contenidos específicos estén vinculados con la realidad, con estímulos para que no se trate a todos por igual, porque mas bien, debe privilegiar lo mejor y premiar lo exitoso.
Hace falta que la sociedad deje de estar presa de una economía de la pobreza, de un sistema que explota a los pobres, vive de sus remesas y que prepara a su juventud a vivir de rodillas ante los extraños rubicundos. La formación de los maestros, en vez de centrarse en tecnologías insustanciales, o ideologías fracasadas, explore desde un relato positivo, en democracia la construcción de una gran nación.
“Honduras es un pueblo arrodillado, débil, pobre, sin carácter ni personalidad”