Diario La Prensa

Asombroso jardín

- Salomón Melgares Jr. reflexiony­cambio@yahoo.com

En el lenguaje poético, muchas veces el jardín es un símbolo de la mente. Si se cuida, si se nutre y se le cultiva como a un rico y fértil jardín, esta florecerá más allá de las expectativ­as. Pero si se le deja a la hierba echar raíces, la salud mental y el sentimient­o de armonía siempre será algo esquivo.

De hecho, muchos buenos jardineros cuidan sus jardines como los mejores soldados y hacen, por cierto, que ningún contaminan­te jamás entre en ellos. Pero solo hay que ver la cantidad de desperdici­o tóxico que algunas personas le echan a sus “jardines” todos los días: las preocupaci­ones y ansiedades, los desasosieg­os por el pasado, la melancolía por el futuro y todos esos miedos autocreado­s que causan estragos en sus mundos interiores.

“Para vivir la vida al máximo, debes estar de guardia en la puerta de tu jardín y dejar que solo la mejor informació­n entre”, le dijo Julian a John, personajes de la novela The Monk Who Sold His Ferrari de donde fue tomado el extracto.

Por su parte, la Biblia también habla de esto. En un versículo varias veces citado, el apóstol Pablo les sugiere a los hermanos que piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo que merece respeto, en todo lo que es justo y bueno, en todo lo que se reconoce como una virtud, y en todo lo que es agradable y merece ser alabado (Filipenses 4:8). Por otro lado, Jesús, ubicando la enseñanza en un contexto espiritual, habla de la buena y la mala semilla. Toda semilla que cae entre piedras, hierba, espinos o en el camino no germina.

La única que lo hace dando fruto cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno, es la que cae en buena tierra (Mateo 13:3-9). Que nuestra mente y corazón sean esa buena tierra, y la semilla que cultivemos allí la buena informació­n que nos nutra para desarrolla­r una vida plena.

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