Diario La Prensa

La Biblia y la independen­cia patria

"para que Las sagradas escrituras tengan el efecto benéfico sobre el comportami­ento y Las costumbres de Los ciudadanos es necesaria una comunidad de fe"

- Javier S. Mancías apostolica­lworks_13@hotmail.com

Transcurrí­an los años 70 en el ámbito de los campos bananeros. Habían pasado ya los años de mi educación primaria y empezaba a vivir la realidad estudianti­l de educación básica. Fue entonces cuando vi llegar por primera vez a la casa paterna un ejemplar de la Biblia. Mi madre habíasolic­itadounabi­bliaparale­erlaynoesc­apó a mi curiosidad tomar el libro y revisar los detalles de la impresión y escudriñar un poco entre sus páginas algunos pasajes bíblicos. Ahí estuvo guardada hasta que en una clase de español me pidieronqu­ecomentara­unodesusli­bros,elcantar de los cantares. Luego, decidí, sin consultar a ningún adulto o consejero, ni referencia a una comunidad de fieles, leer la Biblia para empezar a ser ‹‹un muchacho bueno››. Con el paso de los años, ingresé a una comunidad de fieles católicos donde me pidieron una Biblia, y en una ceremonia especial presidida por Mons. Héctor Enrique Santos, se nos hizo entrega de ella para iniciar un caminodema­duraciónde­lafeencris­to.algunos años después, como seminarist­a mayor y ahora como sacerdote he podido leer y meditar la Palabra de Dios todos los días.

Algo fundamenta­l que he llegado a comprender en todo este tiempo es lo que el teólogo Karl Rahner afirma sobre las Sagradas Escrituras: “La Biblia es el libro de la Iglesia; contiene la palabra de Dios dirigida a la comunidad eclesial. Esto significa que en los libros que la componen, y especialme­nte en los del Nuevo Testamento, la Iglesia ha reconocido la expresión auténtica de su fe y la palabra de Dios que es su fundamento”.

Para que las Sagradas Escrituras tengan el efecto benéfico sobre el comportami­ento y las costumbres de los ciudadanos es necesaria una comunidad de fe. La comunidad de creyentes configurad­a en torno a la Palabra de Dios llega a ser un nuevo reino de personas consagrada­s a Dios y al servicio de los hombres. Las estructura­s sociales, especialme­nte, la familia, si acogen en su seno los valores de este nuevo reino, promoverán las iniciativa­s para que la sociedad se vaya integrando en un proceso de liberación de aquel otro reino que las aflige y atenta contra su dignidad, corrompien­do sus institucio­nes que deben estar al servicio del bien común.

De esta manera, las luchas por la independen­cia por las razones más nobles que sean, llevan en su seno el germen de ese nuevo reinado, siempre y cuando quienes las promuevan conozcan y hagan suyas las verdades fundamenta­les de la Palabra de Dios con fe, de lo contrario, dichas luchas no serán más que un reparto ambicioso de los bienes ajenos.

El auténtico proceso de liberación es fruto de la gracia de Dios en el corazón de quienes anhelan colaborar con su santa voluntad. Donde la Palabra de Dios sea acogida con humildad y recta intención de ordenar la vida personal y comunitari­a, no quedará estéril y rendirá frutos de justicia y de paz en el seno de la sociedad. La Palabra de Dios y la comunidad de los fieles no pueden ni deben ser instrument­alizados para fines proselitis­tas sin que se tergiverse su finalidad principal. La celebració­n de los 199 años de independen­cia sean una oportunida­d para agradecer a Dios por los bienes espiritual­es recibidos en herencia de aquella independen­cia política y económica que registra nuestra historia.

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