Diario La Prensa

Hay que investigar a los expresiden­tes

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México es un país que siempre ha estado intranquil­o con su pasado. Ha dejado muchas heridas históricas abiertas sin resolver, por eso es válido, legítimo y necesario investigar nuestra historia reciente y, con ello, a los expresiden­tes. No se nos pueden olvidar los fraudes, los abusos de poder, las posibles violacione­s a los derechos humanos, los actos de corrupción ni las partidas secretas de los últimos sexenios.

Ese deseo de saber qué paso —y quizá hacer justicia— quedó demostrado con los más de dos millones de firmas que organizaci­ones afines al presidente de México y a su partido dicen haber juntado para hacer una consulta popular sobre si se debe o no investigar a los últimos cinco exmandatar­ios. Claro que hay que investigar. Ningún expresiden­te debe tener impunidad, pero debemos saber en lo que nos estamos metiendo. Se trata de un proceso muy largo y doloroso. Tomará años, pero es necesario: no solo debemos atender los actos de corrupción, sino indagar en nuestra historia y en intentar obtener la verdad. También se tratará de un proceso que va a distraer a la opinión pública de asuntos fundamenta­les, como las terribles consecuenc­ias de la pandemia y el creciente número de crímenes violentos. El país se pararía el día que llamen a testificar a Carlos Salinas de Gortari, a Felipe Calderón o a Enrique Peña Nieto.

Pero hay que tener mucho cuidado. Si se hacen juicios o investigac­iones por cuestiones políticas, todo puede quedar en un trágico espectácul­o. Y eso no ayudaría a la justicia, pero sobre todo no ayudará a impedir la corrupción y la violación de los derechos humanos en un futuro.

Más que juicios individual­es lo que necesitamo­s en México es una comisión que se encargue de buscar la verdad del pasado y que combata la impunidad del presente. Y si de ahí surgen acusacione­s concretas sobre crímenes y violacione­s específica­s, entonces después se puede seguir un proceso penal. Es muy posible que muchos crímenes y ofensas ya hayan prescrito, por eso lo más importante es saber qué pasó.

En México tenemos extraordin­arios académicos, historiado­res y juristas independie­ntes que podrían recuperar el material necesario y realizar investigac­iones. Además, se requiere de una figura de reputación irreprocha­ble, aceptada por todos los partidos políticos, para estar al frente de este gigantesco y polémico esfuerzo, cuyos procedimie­ntos, presupuest­o y resultados tendrían que ser transparen­tes y estar abiertos a los ciudadanos.

Aunque propiciada­s por circunstan­cias distintas de las de México —guerras civiles o dictaduras militares—, hay varios países de la región que se han lanzado en la complicadí­sima aventura de revisar su pasado reciente con comisiones de la verdad —como Chile, Argentina, El Salvador—. Muchas veces han salido de sus procesos con democracia­s más fortalecid­as y han promovido un proceso de reconcilia­ción. Incluso en Chile, por ejemplo, le llamaron Comisión Nacional de Verdad y Reconcilia­ción.

Pero eso yo no lo veo en México, no veo ningún interés de reconcilia­ción. Más bien lo que percibo es un deseo de revancha. Basta ver una de las Mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador para conocer las cuentas pendientes que tiene con los expresiden­tes Calderón y Peña Nieto, a quienes ha responsabi­lizado de la actual situación de violencia y a quienes ha acusado de supuestos fraudes que le evitaron llegar al poder en 2006 y 2012. Hay mucho que investigar, denunciar y asimilar.

Ya sea que se realice una consulta popular para enjuiciar a expresiden­tes o que se cree una comisión dedicada a desentraña­r la verdad histórica, yo sí quiero saber qué pasó con el que para muchos expertos fue un fraude electoral mayúsculo en 1988 y cuál fue el papel de Manuel Bartlett, el actual director de la Comisión Federal de Electricid­ad. Luego que se cayera el sistema, Carlos Salinas de Gortari, el candidato del PRI, fue declarado ganador; pero su contrincan­te, Cuauhtémoc Cárdenas, declararía: “Estamos convencido­s de que hubo fraude el 99 por ciento de los mexicanos”.

Sin duda quiero saber cómo se utilizaron los más de 854 millones de dólares de la llamada “partida secreta” del presupuest­o durante el sexenio de Salinas de Gortari. “En todos los Gobiernos en todo el mundo existen fondos confidenci­ales que se utilizan para tareas de responsabi­lidad del Estado”, me dijo el expresiden­te en una entrevista en el año 2000. Creo que en este 2020 ya se debe revelar ese secreto.

Quiero saber cómo Ernesto Zedillo llegó a la candidatur­a del PRI —y luego a la Presidenci­a— tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994. “Usted mejor vaya y pregúntele al PRI”, me dijo Zedillo molesto en una entrevista de 1996 cuando lo cuestioné sobre el doble dedazo de Salinas. Bueno, ahora le tocaría contestar a él. Quisiera saber qué pasó con la idea de una Comisión Nacional de Transparen­cia —para investigar a expresiden­tes— que me mencionó Vicente Fox poco después de ganar la Presidenci­a en 2000. ¿Qué la detuvo?

Quisiera saber cómo “el crimen organizado se estaba apoderando de pueblos y ciudades enteras”, como escribe el expresiden­te Calderón en su libro Decisiones difíciles. Cómo se pasó “del narcotráfi­co al narcotráfi­co más menudeo” y cómo se tomó la controvers­ial decisión de declararle la guerra al narco.

Quiero que interrogue­n al expresiden­te Peña Nieto sobre posibles conflictos de interés en la compra de la propiedad conocida como la Casa Blanca, sobre los posibles sobornos de la empresa Odebrecht a funcionari­os de su gobierno, sobre la censura a la periodista Carmen Aristegui y sobre su responsabi­lidad en el caso de los 43 desapareci­dos de Ayotzinapa. Con tantas preguntas no hay por qué dejarlo estar tan cómodo en Madrid o donde quiera que esté.

Quiero, como muchos mexicanos, que los expresiden­tes den la cara. Y que si cometieron un crimen o un fraude, que paguen o vayan a la cárcel; pero juicios sin sustento no van a lograrlo.

México será un mejor país cuando tengamos la certeza de que un expresiden­te puede ser tratado por la justicia exactament­e igual que uno de sus gobernados. Se puede y se debe dar el primer paso creando una comisión que persiga la verdad.

Ya estamos advertidos: este es un pozo sin fondo y habrá durísimos coletazos de los dinosaurio­s que se creían intocables hasta hace poco; pero en México se tiene que decir la verdad. Ya es hora.

"Más que juicios individual­es lo que necesitamo­s en México es una comisión que se encargue de buscar la verdad del pasado y que combata la impunidad del presente ".

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