Camino al Norte
El flujo migratorio de hondureños hacia Estados Unidos no es para nada nuevo. Desde hace décadas, familias enteras fueron mudándose hacia el Norte en búsqueda de mejores condiciones de vida. En algún momento llegó, incluso, a decirse que Nueva Orleans era la tercera ciudad de Honduras, debido a la cantidad de compatriotas que decidían radicarse en esa cálida ciudad. También, desde hace décadas, algunas universidades estadounidenses se convirtieron en destino académico de muchos paisanos, sobre todo un par ubicadas en el estado de Luisiana.
A mediados del siglo pasado, ese flujo migratorio era alimentado, más que nada, por hondureños de clase media; hijos de profesionales que se mudaban a Nueva York o a otra ciudad, sobre todo del este de los Estados Unidos, que les resultara atractiva. En el caso de los que se iban a estudiar, en su gran mayoría regresaban a ejercer su profesión y a trabajar por el país. Para entonces, el fenómeno de las caravanas era impensable, tanto porque las leyes migratorias estadounidenses eran mucho más flexibles que ahora y porque algunas de las condiciones sociales que las provocan no eran tan agudas.
En el último año, varios grupos de hondureños, miles en alguna ocasión, decidieron abandonar su tierra y tomar el camino hacia el Norte. Algunos lograron ingresar a los Estados Unidos, otros se quedaron en México o Guatemala y, la mayoría, se vieron obligados, o fueron obligados, a retornar a Honduras.
Lo cierto es que mientras se mantengan los niveles de inseguridad y de desempleo en el país, este último exacerbado por la pandemia, el fenómeno de las caravanas, muy probablemente, va a continuar. Y continuará siendo arma arrojadiza entre los políticos, que se culpan unos a otros de su origen.
Lo que es claro es que nadie que tenga sus necesidades básicas medianamente satisfechas va a exponer su vida y la de los suyos en tan peligrosa travesía, a menos que sea un irresponsable o un desaprensivo, que también los hay. Pero de lo que no nos debe quedar la menos duda es que para este gobierno y para el que venga las caravanas de migrantes continuarán siendo un reto al que atender, porque es lo que dice del país y de nuestra realidad, tanto a nivel interno como de imagen internacional. Y la contención de la migración irregular no solo se logra con campañas sino yendo a la raíz del problema. Y esa raíz la conocemos todos. Y también habría que poner atención al fenómeno de muchos que se van a estudiar y no regresan, porque la fuga de cerebros que se ha dado en los últimos años es como para preocuparnos a todos.