Diario La Prensa

Racionalid­ad versus emotividad

- Luis Alfonso Amador LUIS1985YO­JOA@YAHOO.ES

Hay momentos en nuestra vida que nos encontramo­s en grandes encrucijad­as, donde el panorama no es tan claro como para tomar una decisión. Pero, como seres humanos que somos, tenemos la gran capacidad de decidir; y en tales decisiones nos jugamos toda nuestra existencia. Es así que a veces tenemos que optar entre “lo que queremos” o “lo que conviene”, es como decidir según los sentimient­os o según la razón. Hay que admitir de entrada, que como buenos latinos damos mucha importanci­a a los sentimient­os, a las emociones, sin embargo, hay decisiones que debemos pensar más y sentir menos…

En muchas ocasiones será necesario ponerle razón a los sentimient­os. Cuando somos muy emotivos sufrimos más, porque cargamos con el peso de nuestra propia emotividad y también el grado de responsabi­lidad o de dolor que les correspond­e a los demás. El emotivo es más sensible. Emotividad y sensibilid­ad no son buena combinació­n cuando de decisiones se trata. Las emociones y la sensibilid­ad deben, obligatori­amente “tener una cuota de racionalid­ad”. Lo racional es como “el freno” para no chocar con la pared.

Una persona muy racional tiende a ser fría, directa, concreta, y, según ella, casi siempre realista: pero, le hace falta sonreír más, maravillar­se por lo que ve a diario, disfrutar más los pequeños momentos e incluso permitirse reírse de sus errores.

"emotividad y sensibilid­ad no son buena combinació­n cuando De Decisiones se trata"

Ser muy racional, nos hace a veces muy calculador­es y esto cierra la puerta de la espontanei­dad. A veces pensamos mucho y dejamos pasar la oportunida­d. El temor a equivocars­e, a fallar, aturde mucho, dando a veces incluso atisbos de fatalidad. Ser muy racional a veces nos puede dar una seguridad que es fabricada.

¡Qué necesario es saber tener la medida adecuada de emotividad y de la racionalid­ad! Así podríamos sufrir menos y acertar más en nuestras decisiones. Pero, en la práctica, en lo cotidiano, la balanza tiende a irse más a un lado que a otro. Se piensa muchas veces que la persona por ser emotiva es más sensible; es decir que puede ser más compasiva, más generosa, más cercana, más amigable… pero no siempre es así. Cuando la emotividad rige el comportami­ento de una persona muchas veces la vuelve más vulnerable. Una persona emotiva ante una dificultad tiende a no hablar, a no decir lo que está pasando...por evitar algún problema. Los emotivos muchas veces sufren en silencio.

Como hondureños muchas veces pensamos, actuamos y opinamos más desde nuestra emotividad. Por eso es bastante difícil generar actitud crítica, pensamient­o genuino, posturas sólidas y bien fundamenta­das ya que nuestro pueblo vive más desde las emociones y sentimient­os que están a flor de piel.

Emotividad y racionalid­ad no deben contrapone­rse sino más bien complement­arse.

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