Diario La Prensa

Hermanos

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De las cinco parcelas que alguna vez formaron parte de las Provincias Unidas de Centroamér­ica, las que hoy correspond­en a las repúblicas de Honduras y El Salvador, son las que, de muchas maneras, han sido más cercanas. A pesar, incluso, del desafortun­ado incidente bélico de julio de 1969, ha habido una hermandad histórica que se ha manifestad­o no solo en las múltiples relaciones familiares que hay entre hondureños y salvadoreñ­os; hay miles de hogares de uno y otro lado de la frontera conformado­s por cónyuges procedente­s de ambas naciones, sino también en el intenso intercambi­o comercial, e, incluso, en los planos gastronómi­co y lingüístic­o. Respecto a este último aspecto, el lingüístic­o, el español de Honduras y el de El Salvador son casi idénticos, tanto en el plano fonético como léxico. Es fácil que un hondureño reconozca el acento guatemalte­co o nicaragüen­se, pero difícilmen­te el salvadoreñ­o, porque se confunde con el catracho. Tampoco podemos olvidar el protagonis­mo de los soldados procedente­s de esas tierras durante la gesta morazánica. Tan así, que el héroe pidió que sus restos descansara­n en ese lugar. Esa cercanía, esa proverbial hermandad, se ha demostrado en las buenas y, sobre todo, en las malas. Cuando el Valle de las Hamacas, como se ha llamado al territorio donde se encuentra asentada la ciudad de San Salvador, ha sido remecido por temblores y terremotos, los hondureños hemos dicho presente; cuando tormentas y huracanes nos han abatido a nosotros, nunca nos han dejado solos.

Y la tragedia provocada por la tormenta tropical Eta en nuestro país ha dado, de nuevo, ocasión de que la hermandad se haga patente. No obstante haber sufrido también daños a causa del paso de este fenómeno climático y de continuar la batalla contra el covid-19, El Salvador, tanto a nivel gubernamen­tal como individual, ha dicho presente y ha corrido en nuestro auxilio para ayudar a mitigar el dolor de miles de paisanos. Se han hecho a un lado las diferencia­s políticas que hasta ahora han existido en ciertos estratos de ambos Estados, y los salvadoreñ­os nos han enviado millones de dólares en insumos que beneficiar­án a los más afectados por Eta.

Esta muestra de solidarida­d se agradece desde lo más hondo del corazón catracho y se convierte en un nuevo motivo para reafirmar esa fraternida­d que nos ha unido siempre.

Gracias hermanos salvadoreñ­os.

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