En estos días…
"la pandemia del covid-19 y la Tormenta eta, son acontecimientos que han brotado de la naturaleza, que nos hacen ver lo finitos y frágiles que somos"
En estos días hemos experimentado momentos de dolor, angustia e incertidumbre, que se suman la historia del pueblo hondureño. No ha bastado la inestabilidad política que hemos vivido en zozobra, o la pandemia que ha trastornado las diversas facetas de la vida, sino que también las aguas poderosas e inclementes han hecho su movimiento natural, y en ese trayecto nos han arrollado, llevándose sueños, esfuerzos y vidas. La pandemia de covid-19 y la tormenta Eta son acontecimientos que han brotado de la naturaleza, que nos hacen ver lo finitos y frágiles que somos. Y estos sentimientos despiertan el sufrimiento humano, que nos desafía a hacer algo por nuestros hermanos.
“Un agua dulce, aguda y áspera…el agua acérrima y helada”, decía en su poema Gabriela Mistral. El ser humano continuamente se revela contra los límites que le impone la naturaleza, algunas veces logra superarlos, y otras veces padece la dureza de esta, lo cierto es que el humano es el ser ahí, enfrentado a su realidad, el único que es capaz de reflexionarse a sí mismo, a sus semejantes y su entorno. Y toda esa captación que desacomoda los esquemas de conocimiento para generar respuestas partiendo del presente y el pasado de cúmulos de experiencias vividas, y de esa manera no dejarse aniquilar, sino abrirse paso en medio del ímpetu de circunstancias que amenazan su existencia. Además, curiosamente el ser humano, en las situaciones que lo llevan al límite, saca lo mejor de sí, y llega a su plenitud de condición de creatura privilegiada, y mientras que otras se someten al dictamen duro de la poderosa naturaleza.
En estos días hemos visto cuántos hondureños han sufrido, y también cuántos han salido a salvar vidas sin pensar y burocratizar la ayuda; personas que con un corazón noble sin ninguna pretensión de voto, porque no son políticos, han ayudado sin esperar nada a cambio, siendo fieles a los valores que los han inspirado siempre y arriesgando la vida, porque han empatizado con la condición doliente de sus hermanos: estos son los buenos hondureños y dignos hijos de esta patria.
La solidaridad y la fraternidad, que son actitudes y gestos que brotan de la buena humanidad en muchos compatriotas, son las que nos darán carácter y fortaleza para enfrentar un futuro incierto y de mucho trabajo; pero quizá sea el inicio de una nueva sociedad. Esta realidad natural ya hizo su efecto, nos toca asumirlo, pero con esperanza, sabiendo que juntos podemos. Y agregamos la fe, tan fuerte en los hondureños, que sabemos que Dios nunca pierde, y como dice una oración: “la vida para los que en ti creemos Señor no acaba, sino se renueva, y al desvanecerse nuestra morada terrena adquirimos una eterna” (I prefacio de difuntos). Y Jesús promete “Yo estaré con ustedes hasta el fin de la historia” (Cf. Mt 28,20).