Reconstrucción
La reconstrucción nacional es urgente, necesaria, y titánica. No será fácil ni sencillo para el ya agobiado pueblo hondureño recuperarse de los embates estranguladores que ha dejado la corrupción estatal, el covid-19 y las tormentas consecutivas que azotaron al territorio nacional.
Son cuatro enemigos descorazonados que han pretendido dejar sin mañana a miles de compatriotas que aún se aferran a la esperanza de un nuevo amanecer. Es cierto que el bien supremo es la vida de la persona; pero también es real que muchos han perdido absolutamente todo: techo, pan, casas, que fueron resultado del esfuerzo honesto de muchísimos años de trabajo tesonero.
Ante gran coloso, la pregunta que surge es ¿cómo se lleva a cabo ese proceso de reconstrucción? Para ello es necesario tener una visión que vaya mucho más allá de lo evidente, pues los desafíos son aún más grandes que las mismas tormentas.
En primera instancia se requiere una reconstrucción espiritual en forma de arrepentimiento genuino, ello significa que los conciudadanos debemos aceptar nuestros pecados, confesarlos y apartarnos de ellos. ¿Desahogo religioso? No, se trata de conversión que sane nuestra tierra.
Luego urgimos de una reconstrucción del liderazgo, ya que con manos sucias y estado fallido (que es la realidad que tenemos), los magros recursos indefectiblemente se diluirán nuevamente en los canales fragmentados que desembocan en el fango vil de la corrupción y la indecencia.
Así que no se trata solo de cemento y bloques, es mucho más que eso. Es un proceso que vaya hasta las entrañas de las políticas públicas del manejo del medio ambiente, quizás ya sea tarde, pero al menos se puede mitigar el impacto de la próxima tormenta.