Diario La Prensa

Hacia una Honduras moderna

- Juan R. Martínez

Les escribí a Darío Paz que había esperado que terciara en el tema de encaminar a Honduras hacia la modernidad, a Julieta Castellano­s, Julio Raudales, Francisco Herrera, Alduvín Díaz, Armando Euceda, Fernando Grádiz y Marlon Brevé. Pero no. Están demasiado ocupados, encerrados en sus propios miedos. Por ello, he recibo con enorme afecto que Mayra Falk, inteligent­e y disciplina­da, posiblemen­te la más ocupada de todos los mencionado­s, se haya interesado en el tema y aportado una visión complement­aria: la que hacemos los hondureños en contra de los demás, evitando el diálogo necesario, la transacció­n inevitable y la unidad en la diversidad que nos ha enseñado la Doctrina Social de la Iglesia, ahora abandonada por los “príncipes” de la Iglesia católica hondureña, que, al decir del papa Francisco, no huelen a oveja. Parecen líderes políticos, interesado­s en el poder público, como cualquier peatón.

Con enorme capacidad didáctica, usa la cama de Procusto para ilustrar esta visión obstaculiz­adora que exhiben los hondureños para hacerse daño a sí mismos. Como sabemos, odiar a los demás es fácil. Tengo dos conocidos que disputan entre sí sobre a cuál de los dos le guardo más odio. Lo que explica que muchos talentos, como antes ocurría con la montonera que terminó con el talento de los mejores haciéndose daño mientras buscaban el poder, en vez de reflexiona­r y antes de dormir en la cama de Procusto se hacen las víctimas.

Conducta cómoda que le sienta muy bien al carácterde­lhondureño,porqueleev­itaasumir sus responsabi­lidades, en vista que la culpa de todo lo que le ocurre es porque los demás no lo quieren, no le ayudan, o no le dan. Mayra Falk, nos da – y me incluyo, por supuesto – una gran lección didáctica para cambiar de actitud, sin la cual es imposible que Honduras pueda salir

"El honduireño no asume sus responsabi­lidades. para él la culpa de todo lo que le ocurre Es porque los demás no lo quieren, no le ayudan, o no le dan”.

del atraso. E intentar su transforma­ción hacia la modernidad. Evitando lo que parece que no preocupa a las élites hondureñas: la desaparici­ón del país.

Me ha impresiona­do mucho su observació­n sobre el ánimo destructiv­o que nos anima a los hondureños. Y que posiblemen­te podría explicar el atraso del país, el escaso aprovecham­iento racional de sus recursos, la descalific­ación de los exitosos, el aprovecham­iento de los pobres y la dependenci­a, acompañada del lamento generaliza­do.

Además, me ha llevado a recordar la anécdota de los barriles en los que se criaban cangrejos. Los japoneses con la tapa cerrada, porque apoyándose unos a otros buscaban escapar. Y la abierta de los cangrejos hondureños, en la que cada cangrejo que quería salir era obligado por el que estaba abajo a desistir del intento, porque además de negarle cooperació­n le arrastraba hacia abajo para que volviera al lugar más bajo del barril. El cangrejo hondureño era el peor enemigo del otro cangrejo hondureño.noniegoque­enelhondur­eñohaya virtudes. Por supuesto que las tiene. Pero ellas no causan problemas. Lo importante es concentrar­nos en los defectos que impiden la posibilida­d de la modernidad del país. Y lo más grave, la posibilida­d de enfrentar con alguna posibilida­d de éxito, los retos de la revolución tecnológic­a que no solo obliga al cambio de los paradigmas educativos, sino que, además, a revisar los métodos en uso, así como el carácter del aula y el papel de los docentes. Y lo que en lo personal me parece más raro: la actitud de indiferenc­ia con la que el hondureño, su sociedad organizada y sus cuerpos intermedio­s, juzgan las realidades que nos toca enfrentar. Lo que se traduce en indiferenc­ia sobre lo que ocurre en el país y en el exterior. Y lo peor, la escasa capacidad para sorprender­nos.

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