Tránsito municipal
Para que la autoridad pueda cumplir con su función eficientemente es necesario que sus componentes trabajen juntos (les designaremos por letras para facilitar el análisis). Esto incluye la capacidad de normar (A), la responsabilidad ante la ciudadanía (B) y la capacidad de obligar cumplimiento (C). Los tres deben residir en la misma entidad, ya que la ausencia de cualquiera de los tres elementos hace difícil o ineficiente cumplir con la función.
El caso del manejo del tránsito en nuestras ciudades cae en esta categoría. En el caso del manejo del tráfico y circulación vial, (A) y (B) residen en la alcaldía municipal y (C) en la Policía Nacional, a través de la Dirección Nacional de Tránsito (DNT). Resulta entonces la arbitrariedad, duplicidad de funciones, burocracia excesiva y otros males derivados de esta falla estructural. Ninguna reforma de las capacidades de estas instituciones dará el resultado esperado sin atacar este problema.
Para resolver este problema, la operatividad de la Policía de Tránsito debe pasar a las alcaldías municipales. La DNT podría ser siempre el ente regulador, y el personal y escalafón de esta institución pueden continuar perteneciendo a ella. La operación en sí debe depender de la alcaldía para asegurar que se cumplan las normas municipales. Las funciones que actualmente tiene la Policía Municipal pueden ser desempeñadas por miembros de la Policía Nacional, con todo el respeto y capacidad que esto inspira.
El manejo de la operatividad puede ser definido con reglas claras en el marco legal. Existe experiencia, especialmente en las Fuerzas Armadas (que fueron el antecesor histórico de la actual Policía Nacional), de ejecutar diferentes actividades de interés nacional operando bajo un marco legal con otra institución.