Diario La Prensa

¡Paso a paso!

- Alejandro Espinoza dr.alejandroe­spinoza@gmail.com

“Movimiento es el paso de la potencia al acto”: Aristótele­s. Una de las fábulas de niños más conocidas es la liebre y la tortuga, la cual tiene como moraleja que no hay que burlarse jamás de los demás y que el exceso de confianza puede ser un obstáculo para alcanzar los objetivos.

Cuando corremos despacio se logra trabajar en la zona aeróbica, es fundamenta­l, ya que el oxígeno está presente en la función contráctil de los músculos; previo a generar el ácido láctico, lo cual pasa cuando se aumenta velocidad, y esto ayuda a mostrar a su organismo a ser eficiente y oxigenar mejor.

El trote lento ayuda para la pérdida de peso, ya que el cuerpo comienza a quemar grasa antes que agotar las reservas de glucógeno. Esto lleva a hacer uso de las grasas como fuente de energía y la fatiga llega más tarde, por lo cual podrás correr más.

Se ha comprobado que el trote lento ayuda a la actividad mitocondri­al, las cuales son células que generan energía y reducen la frecuencia cardíaca basal, lo cual favorece la condición cardiovasc­ular y disminuye el riesgo de lesiones, ya que no se somete el cuerpo a sobreesfue­rzos o sobrecarga­s, lo cual facilita la recuperaci­ón.

Sir William Osler, uno de los médicos de la escuela de medicina Johns Hopkins, profesor emérito de medicina en Oxford y hecho caballero por el rey de Inglaterra, dijo: “Lo principal para nosotros es no ver lo que se halla vagamente a lo lejos, sino hacer lo que está claramente a manos”.

Jesús nos enseñó en el Sermón del Monte: Así, que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal”. Mateo 6:34. RVR60. Cuando no sepas qué paso dar, confía en Dios y él te guiará, haz lo que está en tus manos.

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