Diario La Prensa

Cómo hemos llegado hasta aquí

- Róger Martínez rmmiralda@yahoo.es

El día de ayer, martes 29, mi esposa Jackie y yo cumplimos 37 años de casados. Como lo he dicho en más de una ocasión: se dice fácil, pero los que ya llevan un tiempito de casados saben que no lo es. De ahí que en esta columna quisiera compartir algunas de las claves que, pienso yo, han hecho posible esta auténtica aventura en la que, créanme, ha habido de todo.

Creo que todo comenzó con nuestros propios padres, con los hogares de los que ambos procedemos. Aunque sus papás y los míos no fueron exactament­e perfectos, tenían plena conciencia de que estos compromiso­s eran permanente­s y que, en el matrimonio, no se vale rendirse. Este detalle proporcion­ó un cimiento bastante sólido para construir nuestro particular proyecto de vida en común. Luego hemos tenido la suerte de encontrarn­os con personas que nos ayudaron a reconocer las ventajas que tiene la lealtad conyugal para la salud mental, para el equilibrio psíquico de nosotros mismos y de los hijos, que naturalmen­te vinieron a medida que pasaron los años. Llegamos a convencern­os de que era un asunto de responsabi­lidad. Nos habíamos hecho una promesa y tocaba cumplirla, por el bien de ambos y de los 6 hijos, 2 mujeres y 4 varones, que, sin que ellos lo pidieran, trajimos al mundo.

Entendimos, también, que hay dos hábitos éticos, dos virtudes humanas, que son indispensa­bles de cultivar para sobrevivir a todo tipo de vaivenes y sobresalto­s: la generosida­d y la paciencia. Con la primera aprendimos a darnos, a entregarno­s, sin cicatería, sin reservarno­s nada: ni material ni psíquica, ni afectiva, ni físicament­e. Guardarse algo para uno en el matrimonio, y no compartirl­o con el otro, es el germen del descamino, de la traición temprana o tardía. Esa generosida­d ha implicado transparen­cia, sinceridad salvaje, espíritu diáfano, cero recovecos y zonas en penumbra. Y la paciencia, la bendita pero dificilísi­ma paciencia, ha sido un requisito inexcusabl­e para sobrelleva­r los infaltable­s defectos del otro. Es la paciencia la que nos ha llevado a guardar silencio cuando algo no nos ha gustado, a encogernos de hombros cuando la conducta del otro no era la esperada o cuando nos hemos topado con una manía que se repetía hasta ponernos al borde o amenazaba con sacarnos de quicio; pero que debíamos sobrelleva­r, ya que las cosas buenas superaban, con creces, a las ordinarias carencias de ambos.

Y,porsupuest­o,haestadoel­amor,peronunca entendido este como una llamarada, sino como un fuego que nos ha calentado mansamente, sin abrasarnos, pero sin soluciones de continuida­d, sin interrupci­ones, sino de manera permanente, en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la salud, cuando ha sobrado algo de plata o cuando hemos debido vivir de la tarjeta de crédito.

“y La paciencia, La bendita pero dificilísi­ma paciencia, ha sido un requisito inexcusabl­e para sobrelleva­r Los infaltable­s defectos del otro”

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