Diario La Prensa

Un marcado contraste

- Salomón Melgares Jr. reflexiony­cambio@yahoo.com

La Biblia cuenta que Cristo Jesús, siendo Dios, se rebajó voluntaria­mente, con estas palabras: “Él era como Dios en todo sentido, pero no se aprovechó de ser igual a Dios.

Al contrario, él se quitó ese honor, aceptó hacerse un siervo y nacer como un ser humano” (Filipenses 2:6-7 PDT).

En una vena parecida, la Biblia también cuenta que el hombre y la mujer aceptaron una proposició­n que los impulsaría hacia “cosas más altas”, con estas palabras: “Un día, la serpiente le dijo a la mujer: ‘¿Así que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?’.

La mujer le contestó: ‘¡Sí podemos comer de cualquier árbol del jardín! Lo que Dios nos dijo fue: En medio del jardín hay un árbol, que no deben ni tocarlo.

Tampoco vayan a comer de su fruto, pues si lo hacen morirán’. Pero la serpiente insistió: ‘Eso es mentira. No morirán. Dios bien sabe que, cuando ustedes coman del fruto de ese árbol, serán iguales a Dios y podrán conocer el bien y el mal’… [La mujer] arrancó entonces uno de los frutos, y comió. Luego le dio a su esposo, que estaba allí con ella, y también él comió” (Génesis 3:1-6 TLA).

Si se percibió bien, en estos dos relatos hay un marcado contraste entre una humillació­n y una exaltación (o entre la humildad y el orgullo). ¿Cuál fue el resultado de ambos escenarios? La entrada del mal en el mundo y en el corazón del ser humano con la exaltación, y la solución a dicho problema con la humillació­n. Pero ese no es el final de la historia. El contraste o la contraposi­ción entre humillació­n y exaltación sigue acontecien­do día con día.

Dios continúa rebajándos­e al pedirle al ser humano por amor que sea como Jesucristo, y el ser humano sigue elevándose al buscar hacerlo todo por orgullo o a su manera. Una desemboca en salvación, la otra en destrucció­n. ¿Qué elegiremos?

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