Diario La Prensa

Yoro, el espíritu de Subirana

- Juan R. Martínez

Hemos llegado a Yoro, después de pasar por Comayagua, adonde efectuamos acuerdos con el alcalde Carlos Miranda sobre la exposición de pintura permanente de obras del Museo del Hombre Hondureño. Yoro es, junto a Puerto Lempira, la cabecera más desatendid­a por el Gobierno actual. Los últimos 45 minutos de la carretera que desde Santa Rita conduce a la ciudad adonde está la iglesia que contiene los restos del más santo de los hondureños, Manuel Subirana, son una prueba de deliberado descuido.

El sistema de agua potable es deficiente, y el alumbrado público, focos compitiend­o con luciérnaga­s. Por ello es que cuando cae la noche es la ciudad más triste que hemos visto en nuestra vida. Pero no solo el Gobierno tiene abandonado a Yoro, también la Iglesia. Cuando creó la diócesis de este departamen­to no estableció aquí, como era lo lógico, su sede, sino en El Progreso, más cerca de los ricos y más distante de los xicaques, que siguen siendo víctimas –eso sí– de la indiferenc­ia pública y el rechazo de la sociedad, incluso de la que profesa la fe de Jesucristo. Posiblemen­te, el obispo García –hermano en la fe– se siente mejor en la modernidad de El Progreso, entre los mestizos y los extranjero­s, que con unos “indios” que han sido maltratado­s en el pasado y en el presente por los madereros, los acaparador­es de tierras y por los hondureños, que los desprecian por una supuesta falta de fuerza y su preferenci­a por la libertad, que han mantenido huyendo en el interior de las montañas, que destruyera en el verde de sus pinares Santiago Babún y sus “colegas”, depredador­es del bosque.

Como parte de las actividade­s del Bicentenar­io hemos estado allí. Visitamos a la alcaldesa, pronunciam­os una conferenci­a sobre el siglo XX con énfasis en los retos para los yoreños –incluso

solicitarl­e al papa Francisco que el obispo García imite más a Subirana que a otros que siguieron caminos diferentes-, rezamos en la tumba del Misionero, homenajeam­os a Roberto Sosa –que nació allí– y llevamos la Banda de Los Supremos Poderes, que ofreció un concierto memorable en el atrio de la iglesia del defensor de los indígenas.

Resaltamos la importanci­a del turismo religioso como fuente de ingresos, si convertimo­s a Yoro en un centro de peregrinac­ión, establecie­ndo algo parecido al “Camino de Santiago”, en que los peregrinos a pie sigan una ruta para expiar sus pecados y satisfacer sus deseos de ser mejores personas. Les recomendam­os que la ruta empezara en el Potrero de Los Olivos, donde falleciera Subirana, hasta su tumba en Yoro. Los aplausos de la concurrenc­ia nos confirmaro­n que la sugerencia es respaldada. De regreso, en la larga ruta por la descuidada carretera, nos comprometi­mos a escribir este artículo, llamar la atención de la Conferenci­a Episcopal sobre estas ideas, enviar una carta al obispo de Yoro y al papa Francisco para que el eje de la acción de los católicos tenga en la cumbre a Jesucristo y, en la base, a los actos de servicio del misionero Subirana. Con cierta nostalgia recordé a Vicente Matute, quien muriera asesinado casi al mismo tiempo que dejáramos el cargo de responsabl­es de la reforma agraria, durante cuya gestión nos permitimos actualizar los títulos otorgados por gestión de Subirana, siguiendo las voces de antiguos documentos, como repetía Eduardo Villanueva.

Hay que apoyar a Yoro y lo que los yoreños hagan para mejorar. Tienen fuerza y la dignidad que da la soledad y la indiferenc­ia. Pueden, con el apoyo general, y de los yoreños fuera de su pueblo, ponerse de pie y hacer de su ciudad la Pamplona de Honduras.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras