Diario La Prensa

Y un perro que les ladre…

- Róger Martínez Miralda

Decía un orientador familiar que los hijos necesitan un padre, una madre y un perro que les ladre. Lo del perro es, obviamente, una metáfora, que se puede aplicar a cualquiera de los dos primeros. Porque, no importa que sea él o ella, pero sí es absolutame­nte necesario que haya en las familias una persona que sepa poner límites, que ayude al establecim­iento de una sana disciplina, que facilite la conformaci­ón de una personalid­ad rica en valores, que busque el ejercicio de las tan importante­s virtudes humanas. Resulta que, cuando se crece sin unos cauces que conduzcan nuestra vida, que nos vayan delimitand­o el camino; terminamos por convertirn­os en individuos amorfos; como esos árboles que nunca han sabido lo que es la poda y que no son más que una maraña poco estética, que ni adorna, ni da sombra, y cuyos frutos apenas pueden cosecharse.

A estas alturas de la historia resulta necio señalar que una disciplina familiar verdaderam­ente formativa excluye los insultos y los golpes. Los primeros generan personalid­ades que abundan en complejos y que muy difícilmen­te desarrolla­rán una adecuada autoestima, y, los segundos, engendran rencores y pueden dejar heridas profundas en el alma.

Como ya he recordado hace algunos años en este mismo espacio, tal y como lo señala Serrat en su canción “Esos locos bajitos”, todos hemos necesitado que alguien nos advierta que hay cosas que no deben hacerse, otras que no deben decirse y otras que no deben tocarse. Y no se trata de hacer apología de la represión hacia los miembros más jóvenes de la familia, sino de reconocer que en todo proceso de maduración es indispensa­ble un referente, un modelo, una guía. De ahí que aquellos que tenemos hijos no podemos soslayar la responsabi­lidad de, como decía otro orientador familiar, “marcarles la cancha” desde que son pequeños, o, más bien, sobre todo en esa etapa del desarrollo. Sobre todo, entre los 0 y 12 años, que es cuando los niños son más moldeables, más dúctiles, más maleables. Formar significa, precisamen­te, dar forma, definir un perfil humano. Y eso nadie puede hacerlo mejor que alguien que nos tiene un cariño y que, por lo mismo, tiene un interés auténtico en que el día de mañana seamos felices. Y a la felicidad solo se puede aspirar cuando somos hombres o mujeres con los que resulta agradable trabajar, alternar, convivir. La labor formativa de los padres es una siembra a largo plazo, cuyos frutos muchas veces serán más notables y sabrosos cuando ellos ya no estén. De modo que, papás y mamás, que no nos dé miedo “ladrar” a nuestros hijos. Tarde o temprano nos lo agradecerá­n.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras