¿Podemos existir sin empresarios?
El sistema de precario bienestar puede vivir sin las remesas, pero no sin los empresarios. Las remesas no se orientan hacia el gobierno, sino a los familiares que se han quedado atrás. Lo más que puede hacer el gobierno es castigar su ingreso al país –como se hizo en el pasado jugando con las diferencias de cambio, con las que el Banco Central aumentó sus reservas-, pero no sin los empresarios. Por supuesto hay que definir quiénes son los empresarios, los empresarios no solo son los grandes, preferentemente extranjeros de primera, segunda o tercera generación. Y aunque el Cohep hace mucho tiempo cuando sus dirigentes exhibían más hormonas que ahora, efectuaron una campaña en la que los empresarios empezaban en el sector urbano con la tortillera que vende la hostia alimenticia hasta el más grande exportador de café, banano, madera, camisetas y arneses para interiores de automóviles, todavía hay dudas.
El gobierno, como le explicaba para disgusto del competente ministro Matheu, no produce dinero. El dinero resulta del pago de impuestos —que hacemos anticipadamente— con los cuales se cubren las necesidades de la burocracia clientelar, los gustos de las familias que han hecho del gobierno el nido caliente de su felicidad, y el servicio de la deuda.
Además, todos los lempiras que pagamos solo tienen valor en su correspondencia con el dólar. De manera que, como cualquier vecino, echando mano de nuestras reservas – los ahorros que tenemos escondidos para enfrentar eventualidades – ponemos en peligro el valor del lempira que, en cuando se devalúa, disminuye su capacidad de compra.
Es muy grave que el proceso de devaluación, desconocido por nosotros -antes que dependiéramos tanto de Google- reduce la capacidad de compra y en vez de llenar con quinientos lempiras dos canastas, dentro de poco, solo llenaremos una. Y el efecto, es que cada uno tendrá que comer menos al principio y al final, hacer solo dos tiempos de comida, como hacen los pobres del sector rural, sustituyendo el desayuno, con una tasa de café mezquinamente endulzada con residuos de una panela endurecida.
Los empresarios no han cuestionado ninguna medida gubernamental. Le han ofrecido toda su colaboración. El Cohep le ha hecho propuestas a las que el gobierno de Castro no ha respondido siquiera. Es cierto que los empresarios buscan ganancias. Todos lo hacen en todas partes. Solo la Enee – que compra a precios caros y vende la energía por valores menores– es la única que sabiendo que los contribuyentes cubrimos sus irresponsabilidades, trabaja en contra de la estabilidad nacional.
Porque siendo ella el origen de la principal masa de la deuda externa, en la medida en que no la pagamos, los costos del dinero –cuando lo encontramos en el exterior- son más altos que podemos encontrar, exhibiendo dificultades. Obviamente la crisis económica que se está incubando, en la medida en que se rompe la necesaria cooperación entre administración pública y empresarios, tiene mucho que ver con la incomunicación, la ignorancia supina de los negociadores gubernamentales y el desconocimiento de los formadores de opinión de los modelos chinos, vietnamitas e incluso rusos, en el que los empresarios han seguido operando, no solo atendidos por los gobernantes, sino que estimulados por estos, que les respaldan, los animan y los protegen. China ha logrado reducir la pobreza como nadie lo ha hecho en toda la historia de la humanidad, en un tiempo extraordinariamente muy corto. En cambio, los latinoamericanos, más olorosos a boñiga que andan los ganaderos para mostrar su falsa superioridad, no han podido entender estas simples lecciones. Los gobiernos operan con confianza y cooperación. Nosotros no podemos ser la excepción.