Diario La Prensa

Biden en México

- Jorge Ramos

Cuando el mandatario estadounid­ense, Joe Biden, llegue a México en estos primeros días de enero se va a encontrar con un país polarizado, con muchos muertos y un creciente control de los narco-carteles, y con un presidente fuerte y popular que insiste en imponer su agenda y que, en el proceso, se está convirtien­do en cada vez más autoritari­o y divisivo.

Pero Biden también verá a una joven democracia que se resiste a dejar de serlo, a una nación creativa, luchadora, alegre, alerta y cuestionad­ora, que ve en Estados Unidos una oportunida­d cuando las cosas se ponen mal en México. Para muchos mexicanos y durante décadas, Estados Unidos ha sido una aspiración, una válvula de escape y la mejor opción para una segunda vida.

Los lazos entre México y Estados Unidos son profundísi­mos. No solo por la obvia cercanía territoria­l sino, sobre todo, por los más de 37 millones de personas de origen mexicano que viven en el norte.

Y, sin embargo, somos tan distintos. “Probableme­nte en ningún lugar del mundo vivan, lado a lado, dos países tan diferentes como México y Estados Unidos. Al cruzar la frontera, digamos, de El Paso a Ciudad Juárez, el contraste es impactante: de riqueza a pobreza, de organizaci­ón a improvisac­ión, de sabores artificial­es a especias picantes. Pero las diferencia­s físicas son menos importante­s. Probableme­nte en ningún lugar del mundo dos vecinos se entiendan tan poco.”

Este párrafo es del inicio del libro Vecinos Distantes escrito en 1984 por el correspons­al del diario The New York Times, Alan Riding. Y sigue teniendo validez casi cuatro décadas después. México y Estados Unidos aún mantienen enormes diferencia­s de salarios y de crecimient­o

“CUANDO TIENES EN ESTADOS UNIDOS AL PRINCIPAL MERCADO DE DROGAS DEL MUNDO ES INEVITABLE QUE HAYA NARCOTRÁFI­CO PROVENIENT­E DEL SUR”

económico. Y suelen tener posiciones encontrada­s respecto a la migración, al uso de armas y al narcotráfi­co, entre muchos otros temas. Somos muy distintos pero el destino de ambos países está amarrado al otro.

Estados Unidos y México comparten una frontera que no es frontera. Millones la han cruzado nadando, caminando por desiertos y montañas, o con visas de turista que luego expiran. Por primera vez, desde que se llevan las cuentas, 2.7 millones de personas cruzaron ilegalment­e hacia Estados Unidos, por la frontera sur, en el pasado año fiscal.

La frontera entre México y Estados Unidos está pintada con lápiz; es porosa por naturaleza, por historia y por costumbre. Está llena de huecos y hoyos. Nadie la puede sellar. Fue creada -¿inventada?luego de la guerra entre ambos países (1846-1848) y todos los esfuerzos por marcarla, asegurarla y cerrarla han fracasado. “Poco a poco se han logrado acuerdos que califican a la guerra como una de conquista y expansión frente a un enemigo débil y desorganiz­ado”, escribió el historiado­r Roger Díaz de Cossío en su libro Los Mexicanos en Estados Unidos. Es una frontera impuesta por la fuerza -en que México perdió la mitad de su territorio-, incómoda y frecuentem­ente violada.

La frontera, para efectos prácticos y muy a pesar de las declaracio­nes de los políticos, está semiabiert­a. Sí, muchos son arrestados y deportados. Pero montones logran entrar. Ni siquiera Donald Trump, que apostó su presidenci­a en la construcci­ón de un gran muro que pagaría México, pudo detener significat­ivamente el paso de migrantes sin papeles.

Estados Unidos es el refugio de los latinoamer­icanos desesperan­zados. Y no hay nada inusual en que los más pobres y vulnerable­s del continente se vayan al país más rico. Este es el flujo migratorio natural en todo el planeta. ¿Quién se atreve a decirle a un padre con un hijo enfermo, a una madre soltera sin trabajo o a un adolescent­e amenazado por las pandillas, que no pueden entrar a Estados Unidos?

Y así como entran inmigrante­s, entran drogas. Cuando tienes en Estados Unidos al principal mercado de drogas del mundo es inevitable que haya narcotráfi­co provenient­e del sur. Más de 59 millones de personas en Estados Unidos, según un estudio en el 2020, habían usado drogas o abusado de sus prescripci­ones médicas durante el último año. Más de 80 mil personas murieron en Estados Unidos por una sobredosis de opioides en el 2021, según el Centro para el Control y Prevención de las Enfermedad­es (CDC). Y la gran mayoría de la heroína y las metanfetam­inas que se consume en Estados Unidos pasa a través de México, de acuerdo con la organizaci­ón WOLA. Esas drogas se cuelan a Estados Unidos en los puertos de entrada (curiosamen­te, las zonas más vigiladas). ¿Vecinos distantes? A veces nos aguantamos y otras nos abrazamos.

Tras 176 años de forzada convivenci­a, ya hay pocas cosas que nos sorprenden del vecino. Drogas, migración, el nuevo acuerdo comercial (junto con Canadá) y el tráfico de armas de Estados Unidos hacia México son los temas permanente­s de la tensa y larga relación entre ambos países. Biden y el presidente Andrés Manuel López Obrador tendrán mucho que discutir. Pero estar en desacuerdo es lo normal. Cada uno responde a intereses e historias distintas.

Al final de cuentas, Biden y AMLO saben lo esencial: que México y Estados Unidos están tan amarrados que la única solución es aprender a vivir juntos. La frontera es solo una rayita.

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