Diario La Prensa

Lodo de aquellos polvos

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Lo que pasó hace meses en Chile, lo de abril de 2018 en Nicaragua, lo que acaba de suceder en Brasil, no son más que síntomas de un padecimien­to que debe preocuparn­os a todos y para el cual debemos buscar la medicina antes de que sea tarde.

Es evidente que los procesos democrátic­os no han terminado de asentarse en el imaginario latinoamer­icano, porque tanto en la llamada derecha como en la izquierda, hay grupos que no aceptan la alternanci­a en el poder, ni el diálogo civilizado y civilizado­r, y quieren imponerse a la fuerza y, si es posible, eliminar a la oposición.

Hay en todo el continente, al norte del río Bravo también, individuos que consideran que solo su manera de pensar es válida, que sus soluciones son únicas y que los que piensan distinto deben o someterse a sus caprichos o cavar nuevas catacumbas para enterrarse en ellas. Y esto no es más que lodo de aquellos polvos, fruto del discurso intransige­nte de los violentos, de los que abogan por un retorno a la barbarie, de los que no admiten más ópticas que la propia. Y así no hay convivenci­a armónica posible, ni debate de ideas, y, por lo tanto, ni progreso, ni desarrollo.

Porque el totalitari­smo, de izquierdas o de derechas, destruye la paz social, y, con ello, acaba con la posibilida­d de buscar un futuro común en el que prevalezca el respeto, el entendimie­nto entre los contrarios. Por lo anterior, en Honduras es urgente una rectificac­ión inmediata de parte de aquellos a los que les gusta atizar el fuego, insultar a los oponentes y presentars­e como profetas infalibles de verdades incontrast­ables, dogmas irrebatibl­es. Y esto último solo existe, y hay quien los rechaza, cuando se trata de verdades de fe, y nada más.

El mundo de las ideas está poblado de planteamie­ntos opinables, no de respuestas únicas ni cerradas. Lo mejor que la dirigencia política hondureña puede hacer, sobre todo ahora que va a elegirse algo tan delicado y tan importante para el sistema democrátic­o como la nueva Corte Suprema de Justicia, es bajar el volumen de sus voces, dejar que el proceso transcurra dentro de los cauces establecid­os y no pretender presionar a los responsabl­es de la elección y menos hacer convocator­ias para demostrar una fuerza que debería utilizarse para la búsqueda de consensos u otros fines más nobles.

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