Vientos de El Merendón
Dos vientos noticiosos bajaron la semana pasada de El Merendón: uno es alentador y el otro nos hace reflexionar sobre la importancia que tiene este pulmón para seguir oxigenando al municipio de San Pedro Sula con su amenazada reserva forestal. La buena noticia es que la fundación sampedrana Misioneros de Esperanza continúa trabajando en la formación educativa, humana y cristiana de los pobladores asentados en la exuberante montaña desde antes que se establecieran leyes para su protección. Hace 20 años la fundación comenzó desarrollando jornadas de evangelización a los pobladores, pero al ver sus grandes necesidades decidió también buscar apoyo en materia de educación y mejores condiciones de vida para las familias. Fue así como, en coordinación con una universidad de Estados Unidos, los voluntarios comenzaron a desarrollar pequeños proyectos como la fabricación de letrinas, reparación de escuelas y entrega de mochilas con útiles a los escolares. Actualmente hasta inglés y computación aprenden los niños bajo el lema bíblico de la fundación “Sean sal y luz del mundo”. Cada año la fundación realiza dos brigadas médicas, con doctores norteamericanos, en las que se entrega a las familias un botiquín con los medicamentos elementales. Estas y muchas más obras de los misioneros fueron dadas a conocer en el periódico semanal Mi Finde que circula como suplemento
“LAS AUTORIDADES AFINES DEBEN ATENDER CON PRONTITUD Y RESPONSABILIDAD LAS DENUNCIAS SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE ESTE PULMÓN VERDE...”
de los diarios La Prensa y El Heraldo.
Con relación a El Merendón estos rotativos también destacaron la noticia sobre el requerimiento interpuesto por la Fiscalía Especial del Medio Ambiente contra los desarrolladores del proyecto Ciudad Jaraguá, así como los argumentos que estos esgrimen para calificar de ilegal y arbitraria la demanda judicial. Un juicio ecuánime podrá determinar a cuál de las partes asiste la razón. Mientras tanto, es imposible retroceder, como en una película en reversa, el desarrollo del proyecto hasta llegar al momento en que los predios estaban cubiertos de una espesa vegetación. El daño al medio ambiente, si lo hubo, ya está hecho, lo cual no significa que hay que perdonar a los culpables en caso que también los hubiese. Si se trata de proteger al principal surtidor de agua y oxígeno de tantas comunidades localizadas al pie de esta majestuosa cordillera, cualquier medida bien sustentada e intencionada que se tome será aplaudida de pie por los ambientalistas y la población consciente. Las autoridades afines deben atender con prontitud y responsabilidad las denuncias sobre la destrucción de este pulmón verde, ya sea ocasionada por malos empresarios, particulares perniciosos o los mismos funcionarios públicos. Eso es imperativo para que comunidades como San Pedro Sula no mueran de pulmonía en el futuro.