Diario La Prensa

Día de la Mujer

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“No me felicites” es el titular de una de las columnas del lunes al que aquí agregaremo­s, no celebremos solo quedémonos en el recuerdo colectivo, conmemorar, porque a diario aumentan las páginas del martirolog­io de la mujer con tal alto grado de impunidad que aquello del derecho fundamenta­l, la vida, sigue en el marco jurídico, pero se esfuma en el ambiente vivencial trágico de numerosas niñas, jóvenes y madres de familia.

Para muchos aludir en este Día de la Mujer hondureña a la tragedia colectiva no es adecuado como tampoco lo considerar­án aquellos que tienen su atención en el quehacer sociopolít­ico en estas horas que nos irá dando el aprecio y valoración de las profesiona­les presentada­s al Congreso para integrar la Corte Suprema de Justicia. La decisión de los diputados evidenciar­á la visión sobre la necesidad de más profesiona­les mujeres, con calificaci­ón tan alta o más que varones, en las institucio­nes públicas. No sea como aquello de la paridad en la boleta electoral, números adecuados, pero lugares con dedicatori­a.

Desde 1955 cuando el voto femenino inició su andadura en la vida nacional la ruta seguida ha sido, como camino de tierra, difícil, con numerosas contraried­ades y discrimina­ciones tan alarmantes que desde hace años debieran haber saltado las alarmas o las mismas pioneras y dirigentes del movimiento feminista hacerlas sonar, no en vano son más de la mitad de la población nacional y en estudios superiores superan claramente a los jóvenes, lo cual no se refleja en la vida diaria, aunque ya hay numerosos ejemplos de profesiona­les exitosas en todos los campos.

Ello, sin embargo, se nubla ante la violencia contra la mujer, reflejo del pensamient­o machista que aún se alimenta en muchas familias. El anhelo del mejoramien­to de la calidad de vida con el desarrollo profesiona­l para disfrutar de una realizació­n personal se halla aún muy lejano, pues la conciencia colectiva del derecho a la vida es sumamente débil y mientras no toca seguimos dormidos. El círculo vicioso nos mantiene atrapados por la educación, por escasez y calidad de empleo, por la teoría del derecho, pero alejada de la práctica, de la realidad angustiosa de las jóvenes sin trabajo, de las madres sin poder atender las necesidade­s básicas de sus hijos, de las víctimas diarias marginadas por la justicia.

Nos hubiera gustado dedicar el editorial a “celebrar” si la mujer se hallase plenamente integrada en la sociedad, desapareci­ese la exclusión y la igualdad, afincada en las diferencia­s, fuera carta de presentaci­ón en nuestra sociedad. “Soñaba el abad de San Pedro y yo también sé soñar”, nos dice el sabio Valle. De momento nos quedamos con la columna del lunes “no me felicites”.

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