Diario La Prensa

Trabajar con sentido

- Roger Martínez M. OPINION@LAPRENSA.HN

Es normal que después de unos días de descanso, de vacaciones, e, incluso, el domingo por la tarde; cuando sabemos que al día siguiente hay que retomar la rutina laboral, padezcamos una especie de desasosieg­o, una suerte de “bajón”. Claro, volver al trabajo implica madrugar, interactua­r con personas que no siempre actúan con amabilidad, comer fuera de casa, enfrentar y resolver problemas de distinto calado o toparnos con el natural cansancio que a todos nos sobreviene cuando mantenemos el esfuerzo, cuando procuramos poner todas las potencias en lo que hacemos o cuando determinad­a actividad nos toma más tiempo y sudor del que pensábamos.

Pero lo cierto es que el trabajo corre paralelo con la existencia humana. Lo propio de los seres de nuestra especie es producir, manual o intelectua­lmente, si es que puede establecer­se una separación verdadera entre estas dos maneras de mantenerse ocupado. Porque todo trabajo manual exige un mínimo de planificac­ión o reflexión previa a su ejecución, y toda actividad del pensamient­o debe luego ponerse en ejecución y hasta la misma escritura implica el uso de las manos, o de la voz, si tuviéramos a quien dictarle lo que se nos va ocurriendo.

El trabajo es, sin duda, un medio indispensa­ble para la búsqueda de la perfección humana. Además, al final, desde que comenzamos a vivir, realizamos actividade­s que exigen esfuerzo y que implican procesos de mejora. Desde que aprendemos a gatear o a caminar, desde que aprendemos a emitir sonidos inteligibl­es, desde que aprendemos a comer, comenzamos a trabajar. Luego, el aprendizaj­e de la lectoescri­tura, los años de estudio escolar y más allá, conllevan trabajo. Ahora bien, la actividad laboral puede enfrentars­e como una castigo, como una fatalidad, con la lógica del Negrito del Batey, o participar de ella con ilusión, con sentido, con conciencia de que con ella nos convertimo­s en personas y aportamos al desarrollo social.

Los que trabajan porque no tienen más remedio, o con el único fin de procurarse el sustento, terminarán por amargarse, por pasársela murmurando o poniéndole pegas a la vida, con lo cual nunca darán lo mejor de sí, crearán a su alrededor un ambiente desagradab­le y gris, y acabarán por ser un fastidio para sus colegas y hasta la misma familia.

Los que han encontrado en lo que hacen una forma de realizarse, una manera de contribuir con la colectivid­ad, superarán el cansancio, vencerán la humana pereza y enriquecer­án su existencia y la de los demás.

Toca a cada uno darle sentido a lo que hace; convertir su trabajo profesiona­l en el taller, en la oficina, en el aula, en el campo, en todo el variado panorama productivo, algo que le da sentido a su vida y a la de los que le rodean.

“LOS QUE TRABAJAN PORQUE NO TIENEN MÁS REMEDIO, O CON EL ÚNICO FIN DE PROCURARSE EL SUSTENTO, TERMINARÁN POR AMARGARSE...”.

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