Diario La Prensa

Javier Arriaga, el ebanista que se pule en Marathón

El selecciona­do sub-20 aprendió de su padre el oficio de la ebanisterí­a y recuerda el día en que pensó que su sueño de ser futbolista no se haría realidad

- Mario Jafeth Moreno redaccion@laprensa.hn

SAN PEDRO SULA. Las cosas buenas no siempre tienen que llegar tarde, algunas veces ocurren tan rápido que no nos da tiempo para asimilar lo que pasó. Así le sucedió al protagonis­ta de esta nueva historia relatada por GOLAZO, hablamos de Javier Antonio Arriaga Chávez, una de las promesas del Marathón.

Con 17 años (hoy 18), el orgullo del barrio Abajo en El Negrito, Yoro, fue titular indiscutib­le de la selección Sub-20 de Honduras que clasificó al Mundial de Indonesia y un par de días más tarde fue fichado por el Monstruo Verde para ser uno de los laterales izquierdos que más participac­ión ha sumado en el equipo desde que llegó. “Estoy agradecido con Dios porque desde pequeño he venido con el sueño de llegar a lo más alto, y todo lo que está pasando lo tomo con la humildad que uno que viene desde abajo trae y con alegría. Para mí es un orgullo estar jugando en primera división”.

Los cambios en la vida son muy difíciles y para Javier no ha sido la excepción, pues está por cumplir un año de vivir en San Pedro Sula y la adaptación de su pequeño y tranquilo pueblo a la gran ciudad ha sido dura.

Vive junto con su hermano menor Luis Arriaga (16 años), quien juega en las reservas de Marathón y prácticame­nte les tocó convertirs­e en hombres independie­ntes. “Todo nos ha costado, pero seguimos luchando. En la casa, uno cocina y el otro lava, y al siguiente día intercambi­amos, ja, ja, ja. Somos buenos cocineros”, contó el zurdo, y agregó que residen tan cerca del Yankel Rosenthal que cuando hay entrenamie­ntos o partidos, se van caminando. El juvenil recuerda el día que salió de casa para emprender el viaje en busca de lo que siempre añoró. “Estaba haciendo mis maletas con sentimient­os encontrado­s, entre tristeza y alegría. Mi mamá (Carmen Chávez) estaba llorando cuando ya me venía para acá y mi papá me dijo que le echara ganas y que ellos siempre me iban a apoyar, eso nunca lo olvido”.

La infancia de Javier. El camiseta 14 de Marathón tuvo una niñez bastante tranquila, organizaba su tiempo entre estudio y entrenamie­ntos, pero a su vez su padre (Javier Arriaga) le inculcó el sentido del trabajo, enseñándol­e el oficio de la ebanisterí­a desde los ocho años en el taller familiar. Esto lo aprendió muy bien y así como puede defender y centrar, puede hacer puertas y mesas muy bonitas.

El negriteño viene de una familia futbolera en la que todos en su casa eran Olimpia, eran, porque hoy son grandes aficionado­s verdolagas gracias a él, y lo apoyan siempre que Marathón es local. Las cualidades futbolísti­cas las sacó de su progenitor, que jugó hace unos años en el Atlético Júnior en segunda división. Hubo un momento muy duro para el lateral izquierdo que lo hizo pensar que no llegaría a jugar profesiona­lmente y fue cuando se dio la muerte de Rafael Antonio

Cruz, su entrenador en inferiores. Pero ¿por qué ese pensamient­o? “Yo estuve con él siete años, era mi segundo padre y me dolió mucho su partida. Pensé que ya no iba a dar para más porque en el pueblo no hay mucha oportunida­d y él era el único que me podía sacar, pero gracias a Dios se abrieron otras puertas”. Luego de pasar por varios equipos de intermedia y Liga Mayor, Arriaga llegó al Atlético Júnior, equipo que le sirvió de trampolín para llegar a la selección y al Marathón, con el que está muy agradecido. Fue ahí donde pasó de jugar de volante derecho a centrarse en la posición de lateral izquierdo.

Luego de conseguir la clasificac­ión al Mundial, Javier fichó por Marathón y nos cuenta cómo se dio todo. “La verdad que me escribiero­n varios equipos, pero recuerdo que Marathón llegó a jugar al pueblo. Me dijeron que llegara al estadio, que allá estaba Rolin Peña y que me andaba buscando. Entonces fui con mi papá y estuvimos platicando. Yo me decidí por ellos antes que Olimpia, Real España o Motagua porque ellos fueron los que más se movieron por mí”, confesó el párvulo.

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FOTO: YOSEPH AMAYA ADAPTACIÓN. El originario del Negrito, Yoro, vive con su hermano y para ellos estar lejos de la familia ha sido duro.

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