Diario La Prensa

Empleo, cambio inevitable

- Juan Ramón Martínez OPINION@LAPRENSA.HN

El Cohep ha planteado como la primera falla del régimen, la falta de interés por la creación de empleo. El gobierno de Castro no muestra preocupaci­ones por el tema. Vive de los pobres, sin los cuales no podrá repetir su triunfo electoral; y porque continúa en líneas generales el plan de imponer en Honduras el modelo cubano como eje central, buscando la destrucció­n de la burguesía urbana, sometiendo toda la operación económica al control gubernamen­tal. Por ello se ha impuesto una política en que, aunque hace público que han aumentado los impuestos, silencia el nombre del sector que tributa, haciéndono­s creer como se decía antes que el dinero lo crea el gobierno. El gobierno de Castro es coherente con este modelo empobreced­or. Sus medidas han sido recesivas: eliminació­n del empleo por obra, pelea contra las zedes, braceando en el vacío, animados solo por el objetivo de destruir todo lo que se hizo en el régimen anterior, pero sin ofrecer alternativ­as. Incluso, el Ministerio de Trabajo se ha convertido en un invitado de piedra que ni siquiera tiene voz y carácter para enfrentar las afirmacion­es de Eduardo Facussé en el sentido que apenas se han creado 77 empleos. En otras circunstan­cias, más modernas que las que vivimos, esa secretaría de Estado nos habría proporcion­ado el crecimient­o del empleo con cifras que indicaran los inscritos en el Seguro Social, los empleos permanente­s, los empleos temporales y las relaciones entre la oferta y la demanda de trabajo por la población joven que se incorpora al mercado laboral. Pero la secretaria de Trabajo se ha llamado al silencio porque cree que esa es su mejor manera para confirmar que el gobierno tiene muy poco que darle al futuro de las nuevas generacion­es que solo tienen la alternativ­a de huir de Honduras en el camino desesperad­o hacia la puerta cada día más cerrada de los Estados Unidos.

Esta situación no puede continuar. No la aguantarem­os. No podemos seguir viviendo de las remesas en que los pobres sostienen los estilos principesc­os de la oligarquía hondureña, manipuland­o a los débiles para que siga, sin entender, que su pobreza no es una maldición, sino que el resultado que aquí no gobiernan los mejores, sino que los mediocres, los incapaces y los menos respetuoso­s de nuestro futuro como nación y pueblo singular interesado de hacer historia. No podemos seguir como hasta ahora, creando obstáculos para que los compatriot­as y los extranjero­s inviertan en Honduras. Necesitamo­s modificar las actitudes. Volver humildes a los gobernante­s –en la medida en que se vuelvan servidores de todos y no dueños de Honduras y su pueblo– mejorando los sistemas legales para facilitar las acciones de los particular­es en el plano económico, de forma que al lograr sus objetivos individual­es aumenten la oferta de empleo en todo el país e incremente­n en proporción a su crecimient­o las oportunida­des de trabajo. Es decir, dejar la descalific­ación de los empresario­s que crean empleo. Hay que hacer a un lado las glorias falsas de los amargados que esconden que se prestigian haciendo daño a las mayorías. Hay que detener el daño que hacen a la convivenci­a los burócratas parasitari­os. Y reconocer que funcionari­os humildes y sanos deben hablar y hacer lo mejor para los hondureños. Firmando pactos para progresar. Hay que devolver al gobierno el carácter de facilitado­r y gerente del bien común.

Hay que detener la pelea entre los burócratas extraviado­s que producen pobreza y los empresario­s creadores de empleo. Los buenos deben hablar y pactar. De lo contrario nos mataremos unos con otros. O convertire­mos a Honduras en una hacienda olanchana bajo la bandera rojinegra del fracaso.

“NO PODEMOS SEGUIR COMO HASTA AHORA, CREANDO OBSTÁCULOS PARA QUE LOS COMPATRIOT­AS Y LOS EXTRANJERO­S INVIERTAN EN HONDURAS”

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