Tomo el camino de la utopía
A poco que nos adentremos en nosotros mismos y ensanchemos la mirada en nuestro alrededor observaremos un aluvión de sufrimientos que estimulan a la desesperación, generando una atmósfera verdaderamente inaguantable en todos nuestros pueblos, sociedades y etapas vivientes. Los nubarrones son tan fuertes que el mundo parece haber caído en una recesión de principios y valores, de endurecimiento y desórdenes totales, lo que nos demanda un cambio de actitud para poder soñar con un futuro mejor para todos. Puede que tengamos que tomar el camino de la poesía para ganar sueños. ¡Jamás el del poder por el poder! Hoy más que nunca necesitamos ilusionarnos ante la multitud de desequilibrios estructurales.
Somos una generación globalizada, pero nos hemos dejado llevar por un proceder injusto, antinatural y arcaico. Mal que nos pese, tenemos que hacer justicia e impedir que se levanten muros de incomprensión, con las armas en pie de guerra, para que el espíritu reconciliador nos gobierne por todos los rincones vivientes. Se impone, pues, mucho diálogo sincero y más reflexión personal para hacer un uso ético de todo lo que nos circunda. Aprendamos de nuestra propia historia, nuestro único deber es hacerlo siempre hacia adelante. Lo que no podemos permitir es que aumente la cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan, y aún peor no reciben formación laboral alguna. Olvidamos que nuestros andares instructivos son para los demás y hacia sí mismo. La confusión es grande. El mejor camino que podemos tomar es el de la concordia, con un afán cooperante y con un desvelo responsable hacia los vínculos vivientes, como miembros que somos de la única familia humana. El mundo debe convertirse en un hogar hermanado, jamás empedrado por la indiferencia o endiosado por el materialismo dominador que nos oprime. Hay que bajar las espadas del odio y ascender a la cultura del abrazo de corazón. Quizá necesitemos más tiempo para nosotros, al menos para poder discernir las diferentes sendas que se nos ofrecen. Por otra parte, la ociosidad es otro de los vicios que nos asalta en cualquier esquina. De ahí, la necesidad de cargar pilas para tomar la caminata de los níveos anhelos, que la avenida inmoral es espaciosa y ancha.
“LOS NUBARRONES SON TAN FUERTES QUE EL MUNDO PARECE HABER CAÍDO EN UNA RECESIÓN DE PRINCIPIOS Y VALORES...”.