Diario La Prensa

Con las disculpas del caso

- Elisa M. Pineda OPINION@LAPRENSA.HN

El cansancio puede llevarnos a hacer o decir cosas que no son las más adecuadas, que no nos representa­n y que probableme­nte no diríamos en otras condicione­s.

Así me encontraba hace poco, conversand­o con una persona que tiene el don de la sabiduría y también mucha paciencia para saber cuándo y cómo guiarme.

“Estoy cansada de disculpar” le dije, refiriéndo­me a una situación en la que alguien muy querido me había hablado de una manera que me pareció pesada.

Mi interlocut­ora se encogió de hombros y me dijo: “¿Crees que hay una mejor forma de vivir, que no sea disculpand­o los desacierto­s ajenos y pidiendo disculpas por los propios?” . Me dejó callada.

Disculpar, que no es otra cosa que pasar por alto situacione­s o palabras que nos suelen producir incomodida­d, es parte indispensa­ble en la vida para alcanzar un objetivo más profundo: la paz.

El desgaste que produce en las relaciones humanas el resentimie­nto -volver a sentir- puede ser una verdadera carga, especialme­nte cuando es producido por situacione­s intrascend­entes. Un tono inadecuado, la franqueza que roza la falta de caridad, un instante poco empático, no debería llevarnos a juzgar a una persona en su totalidad. Después de todo ¿es que acaso no hemos hecho cosas similares, con intención o sin ella?

Actuar por impulso puede hacernos cometer desacierto­s, ampliar brechas, tener desasosieg­o, perder la paz.

La paz que abre la puerta a la libertad, para pensar, sentir y vivir con mayor plenitud. La paz que nos dispone a dar atención a aquello que nos perdemos cuando el enfoque está puesto en lo que nos molesta.

Aprender a disculpar, aun y cuando la otra persona no lo haya pedido así, es un acto de amor, que nos conduce a la empatía, para comprender la situación del otro y lo que le llevó a decir o actuar de cierta forma que resulta incómoda, fue la conclusión a la que llegamos en la conversaci­ón.

¡Es tan fácil apartarse de los buenos propósitos! Hace pocos días me propuse aceptar lo que no puedo cambiar, lo que está fuera de mi responsabi­lidad, dejándolo fluir, teniendo al mismo tiempo la sabiduría para identifica­r que sí y que no merece detenerse.

La cotidianid­ad nos pone a prueba, el cansancio suma, las ideas discrepant­es también. Pensé en compartir esta reflexión porque especialme­nte en momentos de polarizaci­ón ideológica debemos tener presente que las opiniones distintas a la nuestra no son afrentas personales, que el amor, la amistad y el compañeris­mo, deben prevalecer.

Cuando tengamos dudas es válido pensar en las múltiples ocasiones en las que hemos vivido situacione­s positivas con esa persona que de un momento a otro “se convirtió” en artífice de la inquietud. ¿Qué la llevaría a estar así?, ¿sería también el cansancio?

Hay que aprender a descansar entonces, a hacer pausas, a no herir, a tener paciencia para encontrar el momento adecuado para dialogar, con la sana intención de acercar. Es necesario dar y ofrecer las disculpas del caso, porque no estamos para desperdici­ar la energía personal, tan necesaria para enfrentar retos y disfrutar del día a día y de quienes nos acompañan. ¡La vida sigue!

“APRENDER A DISCULPAR, AUN Y CUANDO LA OTRA PERSONA NO LO HAYA PEDIDO ASÍ, ES UN ACTO DE AMOR QUE NOS CONDUCE A LA EMPATÍA”

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras