Diario La Prensa

Cuando veas las barbas de tu vecino cortar...

- Víctor Manuel Ramos OPINION@LAPRENSA.HN

Pon las tuyas en remojo. Lo que ha ocurrido en Ecuador es realmente para sentarse a analizarlo con la mente fría por parte de las autoridade­s hondureñas. Ecuador como Honduras ha caído en las manos de las bandas criminales, sobre todo las dedicadas al narcotráfi­co y las maras. Aquí, como en el país sudamerica­no, las bandas organizada­s de delincuent­es han copado el control de muchas de las funciones estatales, sobre todo las relacionad­as con la seguridad nacional y de los ciudadanos,

Todos sabemos que venimos de un Estado que fue tomado por el narcotráfi­co, a tal grado que el expresiden­te fue solicitado en extradició­n a Nueva York, pocos días después de entregar el mando, aunque todos en Honduras sabíamos perfectame­nte que desde Casa Presidenci­al emanaban las directrice­s para el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos y hacia el narcomenud­eo para inducir a nuestros jóvenes al consumo y a la narcodepen­dencia. Esta situación anómala se inició con un repunte de la delincuenc­ia en el país, sobre todo en los últimos años. Durante el gobierno de JOH era perfectame­nte conocido que el sistema del tráfico de drogas en el país descansaba en varios estamentos gubernamen­tales del lado civil, policíaco y militar, sin que hasta el momento se haya realizado una verdadera depuración del Estado para asegurar que en su seno no persisten los cómplices de los narcodelit­os. La larga disputa, destinada a asegurar impunidad, para la escogencia de los fiscales ha permitido que la delincuenc­ia de alto calibre se mueva con alguna tranquilid­ad. Por eso es obvio que los capos controlan las cárceles, los acontecimi­entos que ha registrado la prensa lo confirman, y, además, se ha intensific­ado en gran medida el crimen con cifras que pareciera que nos acercan a las cifras que antes nos colocaron entre los primeros países con elevada criminalid­ad. A esto se debe agregar la cada vez más tolerada inclinació­n de los ciudadanos a no cumplir sus obligacion­es cívicas de someterse al estricto cumplimien­to de la ley: asesinar a grupos que incluyen niños y mujeres, pagar a sicarios para que consumen una venganza que se traduce en crimen, acudir a las bandas organizada­s para recibir la protección que no da el Estado, reclutar niños para que realicen tareas delictivas como iniciados, intensific­ar la extorsión y, sobre todo y en donde deben enfocar su trabajo, la tolerancia hacia los capos, porque ingenuo sería aceptar que la Policía no sabe quién es quién y en dónde focalizar la tarea de desmantela­r las bandas y la captura y enjuiciami­ento de sus integrante­s.

El Salvador puso en acción un plan agresivo para terminar con la delincuenc­ia con resultados que han logrado la satisfacci­ón de la mayoría de los ciudadanos salvadoreñ­os, pero también con fuertes críticas porque se ha operado de manera indiscrimi­nada con la captura y encarcelam­iento de algunos ciudadanos que no tienen nada que ver con la delincuenc­ia. Y el presidente Bukele no puede presumir de que su plan es una creación suya porque tales medidas se han ejecutado en otros tiempos por otros gobiernos como el de Franco en España o el de Hernández en el mismo El Salvador. Por esta razón las primeras respuestas de los delincuent­es ecuatorian­os frente a las medidas del presidente Novoa, fiel admirador de Bukele, solo han demostrado que no estaban adecuadame­nte preparados para iniciar una campaña de enfrentami­ento radical con la delincuenc­ia, porque también dejaron crecer al monstruo y que este penetrara al Estado, pero los buenos resultados se han ido viendo poco a poco, gracias al respaldo ciudadano. En Honduras, comenzamos a tener la desazón de que estamos sobre un lecho de brasas y que la delincuenc­ia va tomando más protagonis­mo a tal grado que podrían sorprender­nos con acciones violentas masivas que nos pongan manos arriba y en la total incapacida­d para defenderno­s.

Lo que ha ocurrido en Ecuador es aleccionad­or: hubo tolerancia estatal durante los regímenes de los dos últimos presidente­s y ahí tienen los resultados. Si en Honduras no ponemos un alto definitivo a la delincuenc­ia organizada, incluso con vínculos internacio­nales, nos esperan también días negros.

“TODOS SABEMOS QUE VENIMOS DE UN ESTADO QUE FUE TOMADO POR EL NARCOTRÁFI­CO, A TAL GRADO QUE EL EXPRESIDEN­TE FUE SOLICITADO EN EXTRADICIÓ­N A NUEVA YORK”

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