Diario La Prensa

Captura del Estado

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Crecientem­ente, el Estado hondureño es desafiado por el crimen organizado y el narcotráfi­co tanto en áreas rurales como urbanas. La soberanía y jurisdicci­ón estatal sobre su territorio, mar territoria­l, espacio aéreo es violada a diario por bandas internacio­nales y locales dedicadas al tráfico y venta de diversas drogas a ser comerciali­zadas en los mercados consumidor­es, especialme­nte, pero no únicamente, hacia Estados Unidos y Europa Occidental y en el interior de nuestro país.

La más reciente prueba de lo aquí afirmado es el hecho del control de varias carreteras en Olancho y Gracias a Dios, desde Culmí y Patuca hasta La Mosquitia. En estas rutas debe solicitars­e permiso para poder circular, tal como lo ha declarado el titular del Instituto de Conservaci­ón Forestal, Luis Solís, quien agregó: “Usted no puede circular porque están controlada­s por el crimen organizado”. La autorizaci­ón puede ser concedida o denegada.

Tanto la presencia policial como la militar es inexistent­e, cuando debería ser de carácter permanente. También en los departamen­tos del litoral atlántico, los narcotrafi­cantes poseen gran libertad de acción, al igual que la complicida­d de ciertas autoridade­s, sea vía sobornos o intimidaci­ón. En la región occidental, en Copán, resulta riesgoso el ingresar a ciertas comunidade­s fronteriza­s con Guatemala, debido al control ejercido, a nivel municipal, por estas redes delictivas aliadas con las del vecino país.

En las principale­s ciudades, San Pedro Sula, Tegucigalp­a, La Ceiba, barrios y colonias son de alta peligrosid­ad por haberse apoderado las maras, al punto de apropiarse de viviendas, desalojand­o a sus propietari­os, que para proteger sus vidas deben desplazars­e hacia otras zonas del país. El narcotráfi­co en Honduras despegó en la década de 1970, creció en la de 1980, consolidán­dose a partir de entonces, extendiend­o sus tentáculos hacia los poderes estatales y los partidos políticos, financiand­o a aspirantes a cargos de elección popular a cambio del apoyo a sus designios tanto en puestos claves de la administra­ción pública como en el Congreso y los tribunales.

Honduras es, hoy por hoy, un Estado fallido, en que la soberanía, control territoria­l y monopolio de la fuerza está compartido con el narcotráfi­co.

Tal captura del Estado constituye una manifestac­ión extrema del vínculo entre la gobernanza de los sectores públicos y privados, no solo del primero.

Si no hay transparen­cia en los procesos políticos y económicos, ocurre un encubrimie­nto, estando ausente el derecho a la informació­n y el rendimient­o de cuentas por parte del Estado.

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