La continua novedad de vivir
A menudo, la novedad nos da miedo. Sin embargo, en cada despertar nos sorprende un infinito oleaje de abecedarios, que renuevan nuestra vida, aunque atravesemos por momentos oscuros y multitud de debilidades. Lo importante es no dejarse de asombrar. Para ello, hay que tener a punto el espíritu creativo, tomar la iniciativa de resistir, con el arraigo que esto supone, de entenderse y atenderse, en medio de una tarea tan exigente como desafiante. Esta convicción nos permite conservar la alegría y lanzarnos hacia adelante, por muchas fuerzas contrarias que recibamos en nuestro diario acontecer. En efecto, son las motivaciones de un renovado impulso viviente las que nos ponen alas para no debilitarnos, ante el cansancio y las dificultades. Ciertamente, en todas las épocas de nuestra historia han estado presentes la búsqueda enfermiza de sí mismo, el materialismo y el desvelo por acumular poder y atesorar posesiones, con el único fin de endiosarse o de adueñarse del mundo. Quizá, por consiguiente, deberíamos escucharnos más en nuestro interior. Jamás nos cerremos, y mucho menos nos encerremos en nuestro ego, precisamos compartir y ponernos en disposición, situarnos en el que camina a nuestro lado.
Es bueno ganar confianza, dejar de oprimirnos, no resignarse por nada y proyectarnos hacia el futuro. Acomodarse disminuye la pasión de adentrarnos en el continuo trance de renacerse. Por propio sentido natural, no podemos ser una sociedad envejecida. Tenemos que dejarnos sorprender por nuestro peculiar diario existencial. Hacerlo con paciencia nos ayuda a vencer todo tipo de resistencias, como cuidar el ético proceder, lo que nos exige el ser fuertes y dóciles de espíritu a la vez. Sea como fuere, hoy más que nunca, tenemos que buscar horizontes de comunión que nos universalicen, para confraternizar nuestros propios latidos, en favor del bien colectivo y de la supervivencia. Solo hay que ver la interminable matanza de niños, en el cúmulo de bombardeos que se producen a diario, para observar el oleaje de la tristeza y los ríos de lágrimas vertidos. La desesperación de tantas gentes, así como la incertidumbre que nos rige el mundo, nos están dejando anestesiados por el pánico. Hemos de salir, pues, de este calvario de demonización, de desprecio a la diversidad y a los derechos humanos, que están ahí para que se cumplan y no se violen. Vivir es respetar y respetarse, no lo olvidemos jamás.
“DEBERÍAMOS ESCUCHARNOS MÁS EN NUESTRO INTERIOR (...). VIVIR ES RESPETAR Y RESPETARSE, NO LO OLVIDEMOS JAMÁS”.