Diario La Prensa

Crisis de representa­ción y legitimida­d

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Los partidos políticos hondureños, históricos y emergentes, enfrentan una evidente crisis debido a las prácticas autoritari­as y clientelis­tas de sus dirigencia­s, su renuencia a reformarse y depurarse y a practicar la democracia interna careciendo de horizontal­idad en la toma de decisiones, definición de estrategia­s, elección de dirigentes, formulació­n del programa electoral, designació­n de cargos directivos, incoherenc­ia entre lo ofrecido durante la campaña y lo cumplido una vez en el poder. La no satisfacci­ón de necesidade­s básicas: alimentaci­ón, vivienda, salud, seguridad, empleo, costo de vida, ciertament­e no son condicione­s favorables para que la población pueda desempeñar un papel activo como ciudadanos (as). La falta de solución a los problemas cotidianos que diariament­e golpean a nuestros compatriot­as pasan factura durante los procesos electorale­s y después de los mismos.

Ya lo ha advertido el PNUD: la persistenc­ia de la pobreza en Honduras bien puede constituir la mayor amenaza contra la democracia a largo plazo. No deben olvidar las cúpulas partidaria­s que los representa­ntes electos están al servicio de una ciudadanía soberana y no al contrario.

Las consecuenc­ias: desencanto y apatía de las bases, creciente abstencion­ismo electoral de la ciudadanía, erosionand­o la legitimida­d de los partidos; entre más alto es el número de compatriot­as que no asiste a las urnas, más desacredit­adas van a estar futuras elecciones, ya que la participac­ión ciudadana al ejercer el derecho al voto revela su nivel de confianza en el sistema. La ciudadanía, por medio de las organizaci­ones sociales, debe exigir el rendimient­o de cuentas y la transparen­cia en el ejercicio de la función pública mediante auditorías sociales periódicas. No se trata solamente de evitar y combatir la corrupción y el abuso de poder, también de poder ejercer control sobre la gestión gubernamen­tal, a efecto de mejorarla y adecuarla a las necesidade­s y problemáti­cas concretas de la población. El control social implica que la legitimida­d de la decisiones políticas también depende de su legalidad: que no existan motivacion­es de interés privado por encima de las preocupaci­ones de interés colectivo. El monitoreo político constituye otra modalidad de control social, fundamenta­do en que lo prometido debe cumplirse.

El dilema para la totalidad de los partidos políticos hondureños consiste en reformarse o perder las posibilida­des de acceder al poder, tan solo vegetando y subordinán­dose a los dictados emanados del Ejecutivo de turno y a los poderes fácticos dominantes en determinad­o momento.

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