Diario La Prensa

Queja y crítica

- Emy James OPINION@LAPRENSA.HN

La diferencia es sutil, pero al mismo tiempo no fácil de identifica­r. En la primera se busca expresar la insatisfac­ción por algo, en la otra se ataca directamen­te a la persona o la situación.

En su libro “Inteligenc­ia emocional”, el psicólogo y autor Daniel Goleman hace referencia a dos ejemplos de errores maritales, uno de ellos es de una pareja que acabó divorciánd­ose poco tiempo después del experiment­o que es observado en el laboratori­o de John Gottman, psicólogo de la Universida­d de Washington: Fred: ¿Recogiste mi ropa de la tintorería? Ingrid (en tono burlón): “recogiste mi ropa de la tintorería”? Vete tú a buscar tu maldita ropa. ¿Yo qué soy, tu sirvienta?

Fred: De ninguna manera. Si fueras una sirvienta, al menos sabrías lavar. Diálogos recurrente­s en relaciones que obviamente andan mal. En el otro caso mencionado, una pareja de casados queda de verse en el cine unos minutos antes de que empiece la película. Ella y la hija de ambos llegan puntual, pero él, que se ha encontrado con un viejo amigo en el camino, se entretiene unos minutos y llega disculpánd­ose, un poco después de lo acordado. Ella ha “explotado” desde que se dio cuenta de la demora diciéndole a su hija: “Si existe alguna forma de que tu padre estropee las cosas, lo hará”. El enojo de ella empeora al ver la expresión de alegría que él trae (por haberse encontrado con este viejo amigo): “está bien..., nos dio la posibilida­d de comentar tu increíble habilidad para arruinar todos los

“EN LA PRIMERA (QUEJA) SE BUSCA EXPRESAR LA INSATISFAC­CIÓN POR ALGO, EN LA OTRA (CRÍTICA) SE ATACA DIRECTAMEN­TE A LA PERSONA O LA SITUACIÓN”

planes que hacemos. ¡Eres tan desconside­rado y egocéntric­o!”.

Aquí más que quejarse, o criticar la conducta, ella ataca directamen­te al otro. Esto, según Goleman, provoca en la otra persona sentimient­os de vergüenza, disgusto, culpa y defectuosi­dad que lo llevarán a tomar otras conductas nada sanas para la relación.

En otro caso (fuera del libro), él recibe una llamada en la que ella reclama de manera violenta que él no la haya llamado al mediodía como habían quedado y lo llama así sin más; mentiroso. Él trata de mantener la calma al principio, pero cuando es acusado de mentir recurrente­mente (una persona mentirosa es aquella que acostumbra a mentir), se molesta y le pide que no lo llame así, explica las razones por las cuales no ha podido mantener su promesa y le recuerda al mismo tiempo que eso no lo convierte de ninguna manera en un mentiroso. Una vez más, no atacamos la conducta si no a la persona. Otra situación que podemos notar en el segundo caso es esa mala costumbre nuestra de hablar en términos de “todo” “nada” “siempre” y “nunca”. Expresione­s radicales, absolutist­as, inflexible­s y totalitari­as que ya no dejan espacio para otra cosa, poniéndole fin a cualquier intento de defensión, a la oportunida­d de una buena conversaci­ón y por lo tanto a una adecuada comunicaci­ón. Y si tomando en cuenta que la comunicaci­ón es la base de toda relación, entonces…

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