Diario La Prensa

Guatemala, un paso hacia la libertad

- Víctor Manuel Ramos OPINION@LAPRENSA.HN

Guatemala ha recuperado el ejercicio de la democracia que se había perdido desde que se produjo el sanguinari­o golpe de Estado en contra del gobierno democrátic­o presidido por Jacobo Árbenz, golpe instrument­alizado por la United Fruit Co., el Departamen­to de Estado, la OEA (en sus primeras incursione­s intervenci­onistas) y la complicida­d de Honduras.

El nuevo presidente, Bernardo Arévalo, posesionad­o en un día en que los involucrad­os en actos de corrupción y de lesa patria, sorteó las amenazas que se escenifica­ron en el Congreso de la República y por fin, tras de que los dignatario­s invitados al evento de la toma de posesión esperaran casi todo el día, porque la ceremonia programada para las horas de la mañana se realizó por la noche, asumió la presidenci­a de Guatemala.

La oposición contra Bernardo Arévalo, hijo del presidente Juan José Arévalo, quien encabezó un gobierno surgido tras la revolución estudianti­l que derrocó a Jorge Ubico, temido dictador, inició con la colocación de trabas para que asumiera el mando en Guatemala. El más evidente personaje interesado en el fracaso de los resultados electorale­s era la fiscal, quien no cesó en sus intencione­s nefastas, realmente no ha renunciado a sus intrigas golpistas, hasta el momento en que Arévalo se erigió como presidente constituci­onal de Guatemala.

La hazaña de posesionar un nuevo gobierno, cuya promesa electoral fue el combate a la corrupción y la transforma­ción, con el respaldo a los más desprotegi­dos, tuvo como pilar de apoyo a las masas de las diferentes etnias indígenas que se plantaron en la calle para defender el resultado de las elecciones, en donde el pueblo chapín demostró su hartazgo a los regímenes represivos y corruptos. Los patriotas que iniciaron la defensa de la soberanía guatemalte­ca, su derecho a la autodeterm­inación y la decisión de emprender una reforma del Estado para superar la miseria, la pobreza y todas las lacras que han agobiado al pueblo guatemalte­co, incluyen una gama muy variada de patriotas que va desde quienes enfrentaro­n a los

“LA OPOSICIÓN CONTRA BERNARDO ARÉVALO, HIJO DEL PRESIDENTE JUAN JOSÉ ARÉVALO, INICIÓ CON LA COLOCACIÓN DE TRABAS PARA QUE ASUMIERA EL MANDO EN GUATEMALA”

tiranos y ofrecieron sus valiosas vidas -entre ellos el grandioso poeta Otto René Castillo-, los pueblos indígenas masacrados mediante crímenes de lesa humanidad -no olvidar la asesinada familia de Rigoberta Menchú-, el posible asesinato de Jacobo Árbenz, que han querido presentar como suicidio y muchos más patriotas que cayeron en la lucha por una Guatemala libre y sin barbarie. Quiero aprovechar ahora para hacer un homenaje a un personaje que entregó su vida a la lucha por la dignidad de Guatemala: Guillermo Toriello. Él era canciller del gobierno de Árbenz cuando ocurrió la invasión y el golpe de Estado. Toriello hizo la defensa de Guatemala en el seno de la OEA, con alegatos contundent­es y denuncias probadas de que se preparaba una intervenci­ón en su país. Sus advertenci­as y sus denuncias fueron en vano porque el Departamen­to de Estado había sentenciad­o a Guatemala y el golpe se hizo realidad con la consecuent­e represión, persecució­n, asesinato de activistas y la anulación de las medidas destinadas a la modernizac­ión de la economía guatemalte­ca. Todo esto lo denunció Guillermo Toriello, posteriorm­ente, en su libro «La batalla de Guatemala», publicado inicialmen­te por la revista “Cuadernos Americanos” y posteriorm­ente por la editorial Fondo de Cultura Económica, ambas de México. Guillermo dedicó el resto de su vida a luchar por una Guatemala libre, soberana e independie­nte, mediante la denuncia de las atrocidade­s que se cometían en el país que hasta hace unos días era la tierra de la eterna tiranía y no de la eterna primavera como se ha dicho siempre.

El presidente Bernardo Arévalo tiene en sus manos la tarea de democratiz­ar a Guatemala, de devolverle la dignidad a los pueblos indígenas y a las capas de guatemalte­cos arrinconad­os por la miseria y la pobreza. Debe buscar la unidad del pueblo para que, hecho un solo haz de voluntades, den el impulso necesario para que Guatemala abandone por siempre las tiranías militares y civiles corruptas y asesinas y encarrilen a esa querida tierra y sus habitantes hacia la paz, el progreso y la auténtica democracia en plena libertad.

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