Diario La Prensa

La dulce e infinita piedad de tus ojos

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La basílica de la Virgen de Suyapa es unos de los sitios más visitados de la capital. Cualquier día del año, a cualquier hora, un río ininterrum­pido de hondureños se planta ante la diminuta imagen de Nuestra Señora, ya sea para agradecer algún favor concedido o para acudir a su intercesió­n por una pequeña o gran necesidad.

Alrededor de la fiesta, el 3 de febrero, la cantidad de personas que se acercan a Suyapa crece considerab­lemente. Por lo menos desde un par de semanas antes de la fecha, desde los rincones más recónditos de Honduras, gente de las más diversas procedenci­as sociales, económicas o educativas, visitan a aquella que ha sido declarada patrona y madre de todos los aquí hemos nacido o vivimos. En el contexto histórico en el que nos desenvolve­mos actualment­e, en el que se da una marcada tendencia a la polarizaci­ón por razones políticas, pocas cosas parecen unirnos, y una de ellas es, sin duda, la Virgen de Suyapa. Bajo su mirada pasan hombres y mujeres con ideas divergente­s, con ideologías dispares, pero que comparten una fe que los sostiene en los avatares cotidianos. Bajo su seno caben incluso los incrédulos, los agnósticos, los que abandonaro­n el legado religioso de nuestros ancestros, todos, absolutame­nte todos.

Las conviccion­es religiosas son un componente indispensa­ble del perfil cultural de los pueblos. En el caso de Honduras, la devoción a la señora de Suyapa se integra dentro de esa rica gama de elementos que nos identifica­n. La grandeza de la Virgen de Suyapa radica en que, aunque físicament­e resulta minúscula, ha sido capaz de nuclear a millones de personas que, desde hace 277 años, se han acercado, primero a la casa de la familia Colindres, luego a la pequeña ermita que se conserva frente a la plaza de la aldea, y hoy a la imponente basílica que es capaz de acoger a miles de fieles año tras año.

Adosada a la basílica, se ha construido hace pocos años una capilla en la que se muestran los exvotos que durante casi tres siglos miles de personas han llevado en agradecimi­ento por alguna gracia concedida: una parte del cuerpo que ha resultado sanada, un matrimonio reconcilia­do, una casa, un parto exitosamen­te logrado, etc. La Fundación Suyapa, que durante varias décadas presidiera doña Victoria (Toya) de Atala, QDDG, ha realizado una enorme labor de embellecim­iento de la planta principal y de los alrededore­s del templo. De ahí que hoy dé gusto visitar este lugar. Gracias a la presencia de la Virgen en este lugar, y al trabajo de la Fundación, este es, sin duda, un pedacito del cielo en Tegucigalp­a.

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