Diario La Prensa

¿Ricos o pobres?

- Francisco Gómez Villela OPINION@LAPRENSA.HN

El Premio Nobel de Economía en 2001, Joseph Stiglitz, en su libro “El precio de la desigualda­d” afirma “que el 90% de las personas que nacen pobres mueren pobres por más esfuerzo o mérito que hagan, mientras que el 90% de las que nacen ricos mueren ricos, independie­ntemente de que hagan o no mérito para ello”. Que el esfuerzo personal y la meritocrac­ia son un engaño de la sociedad. Desalentad­ora expresión. La desigualda­d social ha sido parte de la historia de la humanidad, pero con este concepto enterramos la esperanza. Entonces se trata de cruzarnos de brazos, si naciste pobre, resígnate, y si naciste en cuna de oro, pues a disfrutar la vida. No hay que estudiar, trabajar, esforzarse. Tienes lo que tienes, y no pasarás de la misma condición económica nunca. Naces pobre y mueres pobre, naces rico y mueres rico, independie­ntemente de cualquier circunstan­cia.

Lo siento, a pesar de la abrumadora certeza de la fría evidencia estadístic­a, no podemos en este caso estar de acuerdo.

La vida tiene matices, no solo el blanco y negro. El concepto de éxito es variable según las propias perspectiv­as y las cimas a vencer son de distinta altitud. Cada persona tiene una verdad que no es medible por ninguna fórmula o método. No se mide en dinero. Dentro de las circunstan­cias de cada persona el éxito se mide en el corazón, por la dicha que se siente con los logros personales. El éxito viene en todos tamaños, y tiene que ver con la satisfacci­ón de vivir a gusto bajo la piel propia. De no pensar siquiera en ser otra persona. De saberse vencedor en el fragor de la propia lucha interna contra demonios de muchas máscaras. De darle el valor justo a todo, a las personas, a los objetos, a los deseos. El éxito no lo puede determinar la opinión ajena.

Si las sociedades se han vuelto vanas y cursis persiguien­do becerros de oro, siguiendo dioses de carne, el brillo del metal, a ídolos vacíos o relaciones marcadas por el interés, eso es otro asunto. Eso tiene que ver la nueva disfuncion­al naturaleza humana.

Pero no existe un destino predetermi­nado para pobres o ricos. Esa simpleza es negar la abundancia del universo. Y la voluntad humana es prueba fehaciente de esa abundancia.

Ánimo, no te distraigas, enfócate, crea tu destino. Tú puedes.

“LA DESIGUALDA­D SOCIAL HA SIDO PARTE DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD, PERO CON ESTE CONCEPTO ENTERRAMOS LA ESPERANZA”.

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