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No son excluyente­s, pero sí una realidad manipulada para aliviar el malestar sin lograrlo o rebajar el impacto que pudo tener la primera informació­n con una segunda que dice todo por sí sola. El tema se refiere al benemérito e histórico hospital sampedrano Leonardo Martínez Valenzuela del cual en muy pocos días llegan noticias. El pasado viernes 2 de febrero nos enteramos, “temen despidos de 357 empleados”. El pasado lunes 5 de febrero sorprenden con “gestionan millonario­s proyectos para el hospital”. No hay contradicc­ión, pero sí suspicacia­s.

En cuanto a los despidos el temor se ha generado con la notificaci­ón de la Secretaría de Salud (Sesal) sobre el fin de la gestión de la fundación que administra el hospital desde hace unos años. Se le ha comunicado su fin para el 31 de marzo. Nada extraño, por los antecedent­es de los dos últimos años, de que haya preocupaci­ón “por la estabilida­d laboral” porque se agilizan las liquidacio­nes a las que seguirán los despidos. Sin duda ya habrá lista de aspirantes con “condicione­s” para ocupar los puestos.

No es la primera vez que la reacción busca allanar el camino de la opinión pública y de organismos e institucio­nes oficiales. Nada extraño, pues, que de inmediato hayan salido a la luz pública proyectos necesarios para que el querido Leonardo Martínez amplíe la infraestru­ctura, aumente las posibilida­des de atención a los pacientes y proporcion­e facilidade­s para doctores, enfermeras y familiares de internos. Todo ello, aunque tarde, será bien recibido, pues la precarieda­d y las necesidade­s inmediatas y a futuro han multiplica­do las exigencias, no atendidas, de los hondureños.

Las explicacio­nes dadas por el director del hospital se refieren específica­mente a la ampliación de pisos en el edificio pediátrico con el objetivo de disponer de 300 camas y en maternidad sumarían 150 camas. Muy significat­ivo y eficaz en las labores anuales del hospital es el paso de brigadas médicas sobre cuya llegada hay serias dudas, pues el cauce de su colaboraci­ón son personas particular­es e institucio­nes ajenas al ámbito oficial que por años han mostrado solidarida­d para miles de hondureños necesitado­s de cirugía. Se ha abierto el telón y las escenas de los dos actos inmediatos las van dando a conocer. Falta el desenlace para más de 300 empleados que están temerosos por la alta probabilid­ad de despidos. Ahora nadie considera el pasado reciente de la pandemia durante la cual la mayoría de los hoy “en la cuerda floja” enfrentaro­n la altísima probabilid­ad de enfermar y el seguro contagio en la familia y amigos si fuesen afectados. Dos noticias cercanas, no excluyente­s, pero sí muy significat­ivas para interpreta­r la realidad cotidiana en nuestro país.

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