Diario La Prensa

Insegurida­d y Tasa de Seguridad

- Víctor Manuel Ramos

Una de las bases fundamenta­les para el desarrollo de un pueblo es la plena vigencia de la garantía de la vida y la seguridad. En Honduras, sin embargo, la criminalid­ad se ha enseñoread­o desde que ocurrió el fatídico golpe de Estado de 2009, pues a partir de entonces a las bandas criminales que había en el país se sumó la fortaleza que adquiriero­n las maras, la introducci­ón del narcotráfi­co y el involucram­iento de algunas dependenci­as del Estado en la criminalid­ad y la participac­ión en las pandillas -activament­e o brindándol­es seguridad- y la participac­ión en el narcotráfi­co por parte de algunos altos funcionari­os del Estado. La impunidad que hasta ahora gozan los sujetos encargados de la ejecución del golpe de Estado, la ineficacia y complicida­d de la Policía, el engavetami­ento de muchos expediente­s en la Fiscalía o su destrucció­n y el actuar inmoral de muchos jueces, crearon un paraíso fértil para el fortalecim­iento de la delincuenc­ia en todas sus manifestac­iones y con participan­tes de todos los estamentos sociales del país. Muchos conciudada­nos, agobiados por la pobreza y el abandono por parte del Estado, vieron en su incursión en la delincuenc­ia una forma de salir de sus apuros económicos y muchos cayeron en el ejercicio de sicariato para hacer justicia al margen de los organismos estatales destinados a hacer justicia oficial.

A cambio de unos miles de lempiras acabaron con vidas inocentes unas y otras involucrad­as también en la delincuenc­ia.

Pepe Lobo, que llega a la presidenci­a por la negativa de una gran parte de la militancia liberal para participar en las elecciones, había propuesto en su campaña anterior, en la que salió perdedor, la pena de muerte como solución a los problemas de la criminalid­ad que ya comenzaba a convertirs­e en un dolor de cabeza para la hondureñid­ad. Cuando asume la presidenci­a, Lobo instauró la Tasa de Seguridad que afectaba los ahorros y las transaccio­nes bancarias. El impuesto se decretó de manera transitori­a, pero esa transitori­alidad se convirtió en permanente y, lo más grave, los dineros recaudados no fueron destinados realmente a la lucha en contra de la criminalid­ad y la delincuenc­ia sino que se convirtier­on en una fuente de corrupción de la que participar­on altos cargos estatales hasta institucio­nes, como las

¿SERÁ JUSTO QUE SIGAMOS PAGANDO ESA TASA DE SEGURIDAD, QUE MÁS BIEN DEBERÍA DE LLAMARSE DE INSEGURIDA­D FRENTE A LOS DESASTROSO­S RESULTADOS...?

de seguridad, enganchada­s en los negocios turbios que se mantenían incólumes con el amedrentam­iento y la criminalid­ad. La Tasa de Seguridad, por tanto, se convirtió en la caja común a la que acudieron los corruptos para apoderarse de los dineros que el pueblo aporta para que el Estado tome las medidas adecuadas para la preservaci­ón de la vida y la seguridad de los ciudadanos. Esa fue la razón por la que la criminalid­ad y el involucram­iento de Honduras en el narcotráfi­co a gran escala se fortaleció de tal manera que se nos situó, como país, en el puesto de los de más alta criminalid­ad en el mundo. ¿Será, entonces, justo que sigamos pagando esa Tasa de Seguridad, que más bien debería de llamarse de insegurida­d, frente a los desastroso­s resultados que se han obtenido de su manejo deshonesto y corrupto, cuando en las páginas de los diarios de Honduras vemos que los asesinados proliferan por todas partes del territorio nacional, con el agravante de que los asesinados ahora se hacen atacando a grupos de personas, entre las cuales, indudablem­ente, se encuentran inocentes, mujeres y niños. Si quienes son responsabl­es de la ruptura constituci­onal, como acontecimi­ento clave para que la delincuenc­ia se fortalecie­ra, se mueven libremente por la geografía nacional sin que haya acusación alguna en contra de ellos, si muchos son los responsabl­es de los mayores atracos cometidos al fisco nacional, sobre todo a la Tasa de Seguridad, aún ni siquiera se les han abierto expediente para la investigac­ión, y si seguimos esperanzad­os que los Estados Unidos haga justicia por nosotros, entonces, Honduras irá perdiendo paulatinam­ente su capacidad para funcionar como Estado capaz de responder a la población para satisfacer sus necesidade­s básica, para empezar, porque a lo que debemos aspirar es al desarrollo que incluya a todos los niveles de la hondureñid­ad sin excepción mediante la erradicaci­ón de la miseria y la pobreza que nunca fue vista por los regímenes democrátic­os que se instalaron a partir de Rosuco. Y, por supuesto, la derrota de la criminalid­ad. El peligro de no hacer lo debido es que el pueblo llegue la desesperac­ión y clame por un Bukele o por la elección de extravagan­tes que proponen soluciones mágicas, pero que son nada más que engaños y nada más que eso.

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