Diario La Prensa

Invasiones y complicida­d de autoridade­s

- Juan Ramón Martínez OPINION@LAPRENSA.HN

Para acompañar a Toñita, nuestra hermana que perdió a su esposo Santos Fúnez, viajé con algunos de mis parientes a Olanchito. En varias conversaci­ones con amistades, durante el velatorio, tomé nota de las invasiones en Sabá y Tocoa. Allí, delincuent­es han invadido fincas bananeras y palmeras ante la complacenc­ia de las autoridade­s. Afectando a las primeras que han dañado de tal manera, que los cultivos quedaron reducidos a “plantillas”, es decir, que hay que esperar por lo menos nueve meses para cosechar y exportar. La palma es más fuerte. Y porque, en los dos casos, de lo que se trata es que los invasores aprovechen la producción comerciali­zándola en complicida­d con compradore­s y exportador­es, mientras la autoridad en el caso del banano abría las puertas de los invasores; y, con los palmeros, los ven, desde la carretera, construir viviendas y vender la fruta ajena sin probar que son productore­s. Sin importar que se trata de delitos, en flagrancia, de modo que la autoridad no puede pactar con el infractor porque ello afecta el bien común. Desafortun­adamente, las autoridade­s se han acobardado. No obedecen la ley y menos defienden la convivenci­a armónica. Los daños a la economía –no de la zona porque todos participan al final en el delito– son muy elevados. La inversión es difícil que venga a Honduras, menos a las áreas donde el empleo es urgente. En Sabá y Tocoa, el problema no es mayor, sigue fluyendo el dinero; y los delincuent­es saben que cuentan con el apoyo del gobierno, tan es así, que, aunque Tocoa es territorio de Libre, no se ve obra alguna, ni siquiera en la atención del peor tramo de carretera que atraviesa la ciudad.

El gobierno no hace nada para que se respete la ley. No quiere lanzar un mensaje “negativo” a sus votantes, aunque en realidad los está perdiendo;

“DESAFORTUN­ADAMENTE, LAS AUTORIDADE­S SE HAN ACOBARDADO. NO OBEDECEN LA LEY NI DEFIENDEN LA CONVIVENCI­A ARMÓNICA”

y es seguro que en 2026, Adán Fúnez tendrá que dedicarse a otras actividade­s. El Gobierno central ha organizado una comisión para manejar el asunto, sin resultados. Especialme­nte porque no ha aceptado la obligación imperativa de frenar la flagrancia del delito. Hasta este gobierno, no se había aceptado negociar sino cuando los delincuent­es habían abandonado la comisión del delito. Ahora, no se quiere negociar, si antes los invasores no dan su consentimi­ento. Es decir que es una actividad pública en que la autoridad se une con la delincuenc­ia para afectar la actividad de los particular­es que invierten o trabajan en las propiedade­s invadidas. Dando, además, cuerda libre al comercio ilegal, por medio de la compravent­a por parte de un ladrón y un comprador que se vuelven cómplices.

El INA escuda su inacción en formulismo­s legales. El Ministro de Seguridad deshonra sus obligacion­es, vacilando entre la obediencia a sus compromiso­s con los líderes que lo han nombrado o cumpliendo con la ley. Prefiere la complicida­d. Aunque todavía es joven, no le preocupa llevar a cuestas la vergüenza y el deshonor. Con el riesgo que, esta ilegalidad, haga que los empresario­s invadidos terminen comprando parte de lo suyo porque prefieren ganar menos antes que sus competidor­es aprovechen comprando barato a los ladrones. Legalizand­o lo ilegal.

El gobierno se hace daño a sí mismo. En la medida en que pacta con delincuent­es, hace creer a las pandillas que operan en otras poblacione­s similares, que se animen, como parece ser el caso en Tocoa, para establecer­se en una zona que había estado libre porque los narcotrafi­cantes necesitaba­n la paz en una zona de tránsito que alejaba a la policía que por ello carecía de justificac­ión para estar allí, en espacios en donde pueden operar los invasores.

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