Democracia o autoritarismo
Existe una tendencia entre muchas personas de admirar la eficiencia de gobiernos autocráticos en la solución de problemas puntuales. Cuando se estudia la respuesta de China al covid en 2020, el proceso de reconstrucción de la economía y posición política rusa en las décadas precedentes a 2022, y otros ejemplos más cercanos, puede quedar la impresión de que un gobierno de un “hombre fuerte” es la solución a los problemas de los países. La democracia en estos casos es vista como débil e ineficiente. A los gobiernos autocráticos se les atribuye la capacidad de actuar decisivamente. Al no tener que conciliar una oposición u opinión publica plural (que, aunque siempre exista, no tiene capacidad de influir en las decisiones), se les hace más fácil implementar sus decisiones.
Este tipo de liderazgos, aunque tengan una fachada colectiva, tienden a concentrar el poder en una persona, lo que supuestamente les da una visión unificada. Sin embargo, milenios de experiencia nos indican que, si bien un sistema concentrado puede verse como eficiente, a la larga este carece de la flexibilidad y capacidad de aprender requerida para desarrollar una sociedad a largo plazo. El problema es que las capacidades humanas colectivas son superiores a la capacidad individual (por más talentosa y bien intencionada que sea la persona). El pluralismo puede darse en dos áreas: la libertad individual y el manejo político de la sociedad. Generalmente, una sociedad con más libertad individual (especialmente en las áreas económica e intelectual) para crecer aún con un sistema político menos abierto. Si vemos el ejemplo de China (1978-2018), España (1959-74), o Corea del Sur (1965-90), vemos que lograban un desempeño adecuado- aunque en los tres casos enmascarando un costo social altísimo previo, que daba un nivel de desarrollo bajo inicial.
Pero aun esta justificación no funciona, vista a largo plazo. Si bien los últimos 15 años del régimen de Franco (1939-75) y los 5 finales del régimen de Pinochet en Chile (1973-90) produjeron algún crecimiento importante, este no compensaba las pérdidas de crecimiento durante sus partes iniciales. Además, los gobiernos democráticos que les sucedieron lograron sostener el bienestar sin los costos políticos de un gobierno autoritario. Los estados democráticos (Rusia y Latinoamérica en los 1990s) que han dañado el interés común al favorecer la privatización clientelista (enemiga del pluralismo) tampoco cumplen con su función de dar crecimientos con premeditación y ventaja.