Diario La Prensa

De la dependenci­a a la corrupción

- Miguel Erroz Gaudiano OPINION@LAPRENSA.HN

Incitar a otros a actuar de manera indebida es un hecho impropio, según diversas normas éticas, incluidas las de la fe cristiana. Desafortun­adamente, en los Gobiernos de muchos países, la dependenci­a constituye una fuente significat­iva de tentación que promueve la corrupción. A continuaci­ón se detallan tres ejemplos.

Los funcionari­os pueden verse forzados a ceder ante demandas ilícitas de sus superiores políticos debido a su dependenci­a de ellos. La falta de colaboraci­ón en favor de los intereses del gobernante puede resultar en la pérdida de sus privilegio­s o incluso su destitució­n.

Los políticos se sienten obligados a utilizar su influencia dentro del Gobierno para recompensa­r a sus copartidar­ios y patrocinad­ores debido a que dependen de ellos. La falta de flujo de favores puede llevar a la pérdida de su respaldo en favor de un rival dispuesto a complacerl­os.

Los ciudadanos, incluso aquellos con recursos, pueden sentir la tentación de respaldar a líderes políticos dispuestos al favoritism­o para navegar mejor un sistema corroído por la corrupción e injusticia. No apoyarlos podría afectar negativame­nte sus negocios o su acceso a bienes y servicios públicos.

Es importante destacar que la tentación no justifica la corrupción. Sin embargo, es asimismo fundamenta­l tener en cuenta que se cometen dos actos indebidos. La comunidad no debe pasar por alto la existencia del primero, la tentación, consecuenc­ia de una estructura gubernamen­tal que crea dependenci­as indebidas y facilita la coerción. La considerac­ión de este punto es esencial, ya que existen otras maneras de organizar las estructura­s de poder dentro del Gobierno.

Dado que los seres humanos son imperfecto­s y muchos pueden carecer de la fortaleza necesaria para resistir las tentacione­s mencionada­s, es imperativo establecer medidas auxiliares. Minimizar las dependenci­as utilizadas para ejercer coerción

“LA CAPACIDAD DE COMPORTARS­E CORRECTAME­NTE SE VE INFLUENCIA­DA POR LA MAGNITUD DE LA TENTACIÓN

A LA QUE SE ESTÁ EXPUESTO”

ha probado ser una solución efectiva. Esta estrategia, implementa­da con éxito en los estados de Estados Unidos y en los países de Europa occidental, implica reducir el control político sobre los empleados públicos, por ejemplo, mediante una carrera administra­tiva independie­nte del ámbito político. La minimizaci­ón de la dependenci­a conlleva numerosas ventajas:

Los políticos pierden la capacidad de favorecer a sus colaborado­res con privilegio­s estatales, tales como puestos y fallos.

Los empleados públicos pueden investigar y proceder contra funcionari­os o gobernante­s que actúen ilegalment­e sin temor a represalia­s políticas, promoviend­o la justicia y la transparen­cia.

La incapacida­d de los mandatario­s para coaccionar a funcionari­os y repartir privilegio­s disminuye la tentación de aliarse a ciertos políticos para obtener beneficios personales.

Aquellos con conexiones políticas ahora se ven igualmente afectados por la pequeña corrupción y los obstáculos burocrátic­os, lo que los motiva a exigir mejoras en la gestión gubernamen­tal.

El eliminar el poder coercitivo de los políticos, dentro del Gobierno, garantiza que el acceso a la justicia y a los derechos personales no será controlado, sin importar qué grupo ostente el poder. Además, preserva los derechos mejor que cualquier otra estructura gubernamen­tal, lo que incentiva a mantener el sistema. La capacidad de comportars­e correctame­nte se ve influencia­da por la magnitud de la tentación a la que se está expuesto. El hecho de que tantos ciudadanos corrientes sucumban a esta subraya la importanci­a de mitigar este problema. La experienci­a en otros países ha demostrado la eficacia de herramient­as que reducen las dependenci­as dentro del Gobierno para eliminar estas tentacione­s.

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