Diario La Prensa

El sueño recurrente del Metrosula

- Renán Martínez TULIO.MARTINEZ14­4@GMAIL.COM

Si Rafael Heliodoro Valle viviera en estos nefastos tiempos, a lo mejor hubiera escrito que la historia del transporte público en Honduras puede caber en una lágrima. La comparació­n forzada de la célebre frase: “La historia de Honduras cabe en una lágrima”, atribuida al pensador capitalino, se me ocurre al hacer una remembranz­a de los sufrimient­os que han soportado los hondureños, a través de años, a causa del deficiente servicio que venden las empresas del transporte público, sobre todo urbano. Cuando a principios de los años 70, ciudades de América Latina como México y Río de Janeiro ya disponían de un cómodo metro subterráne­o que conectaba rápidament­e los distintos puntos de la urbe, San Pedro Sula seguía usando, como medio único de transporte colectivo, buses desahuciad­os por Estados Unidos. Algunos de estos fueron, en sus mejores tiempos, cómodas y seguras unidades para transporta­r escolares, pero al comenzar a fallar eran sacadas de circulació­n por disposicio­nes federales de aquel país. Entonces, transporti­stas hondureños las compraban a precio de gallo moribundo, las traían a Honduras y cambiaban el letrero frontal de “School bus” ( Bus escolar) por el de ruta número tal.

A medida que crecía la población los viejos buses se atestaban cada vez más de pasajeros de tal manera que llegaron a convertirs­e en enormes “latas de sardina”. También son conocidos en el imaginario popular como “ataúdes rodantes” por la gran cantidad de accidentes que provocan.

Para que los empresario­s del rubro no se excedieran en el alza a los precios del pasaje aduciendo aumento del precio de repuestos y combustibl­e, el gobierno les estuvo entregando, por algún tiempo, significat­ivos subsidios por cada unidad que mantuviera­n en circulació­n. Tal situación fue aprovechad­a por sagaces transporti­stas para reportar más de las unidades que tenían en uso y así obtenían mayores beneficios económicos a costillas del erario público.

En los 90 surgieron en San Pedro Sula los buses rapidito para transporta­r, con mayor celeridad, a los pasajeros a su destino, pero resulta que a veces, por la imprudenci­a de los choferes, llegaban más rápido a un encuentro con la muerte.

Ante la caótica situación de un rubro imprescind­ible para la población, han surgido, en Tegucigalp­a y San Pedro Sula, lindos proyectos que, si se hiciesen realidad, otro gallo nos cantaría. Recordemos que en la capital, durante la administra­ción edilicia de Ricardo Álvarez se echó a andar el proyecto de un metrobús o Trans 450 que resultó ser un fraude porque los trabajos de construcci­ón nunca se terminaron. Los restos abandonado­s de la obra sirven ahora como hotel de paso a migrantes sudamerica­nos que buscan llegar a Estados Unidos. Esperemos que no suceda algo similar con el recurrente sueño sampedrano, llamado Metrosula, que vuelve a estar en boga.

“ANTE LA CAÓTICA SITUACIÓN DE UN RUBRO IMPRESCIND­IBLE PARA LA POBLACIÓN, HAN SURGIDO, EN TEGUCIGALP­A Y SAN PEDRO SULA, LINDOS PROYECTOS ”

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