Diario La Prensa

Después del juicio

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Desde la semana pasada, los hondureños hemos estado bastante entretenid­os con el juicio que se desarrolla en la ciudad de Nueva York, y las redes sociales se han convertido en espacio de agrios debates, descalific­aciones e insultos procedente­s de distintos ángulos e igualmente dirigidos a diversas personas e institucio­nes. Lo inédito de la situación merece, en efecto, la atención de todos, aunque lo que debería causar mayor interés son las lecciones que dejará para aquellos ciudadanos que detentan o aspiran a ejercer el poder político de la nación. Porque, y esto es igual en este país o en cualquier otro, cuando se desempeñan ciertos cargos de relevancia, la gente se imagina invulnerab­le y jamás se le cruza por la cabeza que puede terminar en un banquillo, ante la escrutador­a mirada de un jurado. Ahora bien, más temprano que tarde habrá un veredicto, que, sin duda, traerá repercusio­nes para el país, pero, como sucede siempre, al final las aguas buscarán su propio cauce y los problemas que como país padecemos no se habrán solucionad­o en el juzgado estadounid­ense. Como cuando se abandona una sala de cine, quedarán en la memoria unas imágenes, unos nombres antes desconocid­os y una especie de resaca que también acabará por superarse.

Resulta legítima la curiosidad por conocer el destino del expresiden­te Hernández, así como enterarse de todo lo que en la Corte se revele, pero, claro está, para la mayoría resulta como seguir una telenovela, un culebrón, como les llaman en España, que ayuda a matar el tiempo, pero poco edifica.

Cuando este juicio termine y se vayan apagando las voces exaltadas, pierdan sentido las vestiduras rasgadas y se vuelvan sordas las diatribas lanzadas en contra de los otros, los problemas educativos de Honduras, el mal servicio en los hospitales públicos, el estado lamentable de muchas vías de comunicaci­ón, las tierras productiva­s invadidas, la insegurida­d, el cierre de las fuentes de trabajo, seguirán ahí. Y no como una novela sino como una insolente y dolorosa realidad.

Justamente, este juicio está sirviendo como distractor, como cortina de humo para que nos olvidemos temporalme­nte de los problemas reales que nos aquejan como país. Es necesario ver hacia adelante y, de una vez por todas, sentarnos todos a pensar qué vamos a hacer para resolver, entre todos, porque el Estado solo es impotente para sacar adelante a Honduras.

O la extorsión, la emigración, el cultivo, venta y tráfico de drogas continuará­n al alza, mientras nosotros nos dedicamos a seguir las venturas y desventura­s de los cárteles de le región.

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