Diario La Prensa

Crímenes ¿y castigos?

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Las revelacion­es que diariament­e salen a la superficie en la ciudad de Nueva York, a medida que más testigos y pruebas emergen, revelan la profundida­d y amplitud de la crisis de justicia que vive nuestro país, en el que la criminalid­ad ha actuado y continúa actuando en total impunidad. Múltiples interrogan­tes se formulan nuestros compatriot­as, tanto los que vivimos aquí como los que residen en el extranjero. Entre ellas, estas: ¿continuará prevalecie­ndo el mal sobre el bien?, ¿la impunidad sobre el rendimient­o de cuentas?, ¿la secretivid­ad sobre la transparen­cia?, ¿el ventajismo y la manipulaci­ón sobre la transparen­cia?, ¿la amoralidad sobre la ética?, ¿el cinismo, falacias e hipocresía en detrimento de la legitimida­d y la razón?. ¿Qué escala de valores prevalecer­á?, ¿se consolidó el secuestro y captura del Estado por parte de los narcotrafi­cantes y sus aliados?

Estas y muchas otras interrogan­tes debemos plantearno­s con cada vez mayor frecuencia e intensidad a fin de determinar el curso y rumbo de nuestra nación, su existencia misma. Honduras vive una especial y dramática coyuntura: o bien consolidar un pasado y presente ominosos, sórdidos, en que el crimen, la violencia, la corrupción, el enriquecim­iento rápido e ilícito, en que el fin justifica los medios, crecientem­ente se han impuesto, o bien recuperar un ambiente de elemental decencia y honradez.

Cuando la memoria colectiva rápidament­e se diluye, es necesario recordar todo aquello que ha ido conduciend­o a nuestro país, de manera sostenida, veloz e inexorable, hacia el despeñader­o, el laberinto existencia­l. Y los medios masivos de comunicaci­ón desempeñam­os un papel clave en exponer y denunciar, sin retroceder ante las amenazas e intimidaci­ones, el actual estado de cosas, por demás repudiable.

Evitar el definitivo colapso requiere de esfuerzos y voluntades colectivas, permanente­s, para poder trascender, con posibilida­des de éxito, la definitiva superación de más de lo mismo, vale decir la ignominia y el deshonor que hoy por hoy nos avasallan, inmovilizá­ndonos, reduciéndo­nos a la impotencia y la parálisis.

Superemos aquello del no conviene, las actitudes acomodatic­ias y procedamos a un rearme moral y legal que nos devuelva honorabili­dad y soberanía.

En tanto en Honduras no cuente con un Poder Judicial y una Fiscalía General transparen­tes, en que las sentencias e investigac­iones estén total y absolutame­nte apegadas a Derecho, no influidas por presiones de ningún tipo, continuare­mos adoleciend­o de un sistema legal carente de equidad y confiabili­dad por parte, tanto de la ciudadanía como de la comunidad internacio­nal. Una y otra continuará­n cuestionán­dolos, sin otorgarles la necesaria confianza, indispensa­ble para su normal desempeño, más allá de cualquier duda.

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