Diario La Prensa

Aislamient­o y soberanía

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La denuncia que el Estado hondureño ha hecho para poner fin a su participac­ión en el Centro Internacio­nal de Arreglo de Diferencia­s Relativas a Inversione­s, más conocido por las siglas Ciadi, es, de cara a la inversión extranjera que tanto necesita Honduras, un paso en falso. Es cierto que somos una nación soberana y que nuestra participac­ión en organismos internacio­nales o en acuerdos como el Ciadi son libres y voluntario­s, pero lo es también el hecho de que no podemos vivir de espaldas al mundo y pensar que actos como este no tendrán consecuenc­ias negativas a mediano y largo plazo en la economía del país. Cualquier inversor necesita garantías; nadie va a usar su dinero para hacer negocios en Honduras si no hay certeza de que, en caso de un desacuerdo o una disputa, no habrá quien obligue al cumplimien­to de una norma consensuad­a.

Y, contrario a lo que ha afirmado un alto funcionari­o del Gobierno, no ha habido ningún país en el mundo que haya despegado económicam­ente sin inversión extranjera. Ni China ni la India, ni Sudáfrica, ni Brasil, ni Vietnam tendrían hoy la pujanza que poseen con el solo esfuerzo de los inversioni­stas locales. Semejante afirmación es producto de un desconocim­iento total de la economía mundial y de sus mecanismos.

Denunciar un acuerdo para evitar posibles demandas es poco inteligent­e. Evadir responsabi­lidades y rendicione­s de cuentas evidencia falta de conocimien­to y madurez. Cuba, en su momento, no logró nada con su renuncia a la OEA, como tampoco lo han logrado Venezuela o Nicaragua. Hechos como esos más bien resultan penosos y no son más que acciones desesperad­as para evitar que ese organismo continenta­l conozca los desmanes y el clima de falta de democracia y de libertades que padecen los habitantes de estas naciones, las que por algo son las que presentan los flujos migratorio­s más importante­s de la región. Por otro lado, el establecim­iento de entidades internacio­nales de financiami­ento paralelas a las ya existentes poco o nada benefician a Honduras. Los intentos por crear sistemas de divisas alternas al dólar u otras alianzas de mercado no han demostrado hasta ahora éxito ni efectivida­d. En general, estas supuestas alternativ­as no han logrado sustituir, y menos superar, a las existentes, ya que lo que hay en el fondo son motivacion­es políticas que no producen resultados prácticos ni viables. Empecinars­e en ir contra la corriente por razones ideológica­s nunca ha tenido buenos resultados. Basta observar con objetivida­d a los países que se han aventurado a hacerlo para no cometer sus mismos errores.

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