Diario La Prensa

Cómo se perdió el debate migratorio

- Jorge Ramos A. OPINION@LAPRENSA.HN

Trump y Biden. El mismo día en el mismo lugar. Separados, apenas, por unas millas en Texas. Pero los dos queriendo aparecer como muy duros en la frontera.

Se acabó la era en que se hablaba de legalizar a millones de indocument­ados o de ayudar a los “dreamers”. Ahora todo es ganar votantes para las elecciones de noviembre. Y una forma de hacerlo es viajando a ese lugar, tan temido y soñado -esa franja entre México y Estados Unidos– y decir que si las cosas se ponen muy mal vas a cerrar la frontera.

Empecemos por la realidad. Nunca han cruzado tantos inmigrante­s ilegalment­e desde México a Estados Unidos como en la presidenci­a de Joe Biden. Ya van 6.4 millones desde el 2021 al 2023 según datos de la Patrulla Fronteriza– y todavía nos falta este año. Solo en diciembre pasado 302,034 migrantes fueron encontrado­s en la frontera sur de Estados Unidos.

Todos hemos visto las imágenes. Algunos las describen como una “crisis” y otras como una “invasión”, a pesar de que no hay un país invasor. Se trata, en realidad, de un gigantesco movimiento migratorio -un tsunami- que nadie sabe cómo parar. Si la migración se explica como un fenómeno social en que algo te atrae de un país y algo te saca del tuyo, lo que estamos viendo es una expulsión de mayúsculas proporcion­es.

Como nunca. (Push and pull factors, le dicen en inglés.)

Millones están siendo expulsados de sus países de origen. El fin de la pandemia dejó muy golpeada económicam­ente a América Latina y la recuperaci­ón ha sido mucho más rápida en Estados Unidos. Esto explica, en parte, ese flujo sur-norte. Además, tenemos tres dictaduras -Cuba, Venezuela y Nicaragua- que están generando un éxodo masivo a un país con más libertades, democracia y oportunida­des. Y naciones violentísi­mas, como Ecuador y México, donde las carteles de las drogas controlan -a pesar de lo que digan sus presidente­s- partes del territorio nacional. No se necesita mucho más para tomar la decisión de irte de tu casa. Por eso estamos viendo tantas familias empacando lo poco que tienen, endeudándo­se para el trayecto y cruzando la frontera.

Esto no lo puede parar Estados Unidos. Ni con muros, ni con más agentes, ni con nuevas leyes. Nada detiene a una mujer que huye de la violencia (en casa o fuera de ella), ni a una familia sin dinero para doctores y escuelas, ni al que busca un país libre de censura y de autoritari­smo.

Pero el presidente Joe Biden y el exmandatar­io Donald Trump están en una guerra electoral para demostrar que son los más fuertes frente a los inmigrante­s. La frontera es el nuevo campo de batalla. Lo sorprenden­te de este enfrentami­ento no es lo que dice Trump -a él ya le conocemos todo un historial antiinmigr­ante- sino el cambio que ha dado Biden. Trump dijo hace poco en sus redes sociales: “Cuando yo sea su presidente, inmediatam­ente sellaré la frontera y detendré la invasión, y el primer día vamos a comenzar la más grande deportació­n de ilegales criminales en la historia de Estados Unidos”. Esta declaració­n de intencione­s coincide con un expresiden­te que separó a miles de niños de sus padres y que en el 2015 dijo que los inmigrante­s mexicanos eran “criminales” y “violadores”. Pero lo que brinca es cuando Biden se pone en el mismo plan que Trump.

Primero hay que reconocer que, tal y como lo prometió, Biden envió al congreso en su primer día como presidente un plan para legalizar a millones de indocument­ados. Pero fue solo un gesto simbólico; en el congreso no había los votos necesarios para aprobarlo. Lo que suena fuera de lugar es que ahora sea Biden quien diga que “la frontera es un caos” y que estaría dispuesto a “cerrar la frontera”.

Biden, claramente, se siente obligado a hacer algo drástico. Si no, puede perder la reelección. La frontera, lo dicen las encuestas, es una de las principale­s preocupaci­ones de los votantes. Por eso está consideran­do fuertes restriccio­nes al derecho de los migrantes a solicitar asilo cuando entran a Estados Unidos. Es muy posible que una acción ejecutiva como esa fuera rechazada por las cortes. Pero políticame­nte Biden podría decir que hizo todo lo posible para controlar la frontera. Y así tratar de quedarse cuatro años más en la Casa Blanca.

Siento, tristement­e, que hemos perdido (por ahora) el debate migratorio. Hace algunos años todavía se hablaba de legalizar a 10 millones de indocument­ados y de tratar dignamente a los que entraban.

Los “dreamers” estaban a punto de regulariza­r su situación migratoria. Ya no. El presidente Biden y algunos Demócratas han hecho concesione­s injustific­ables para muchos votantes hispanos. Y me pregunto si esos latinos desilusion­ados podrían decidir una elección muy cerrada en noviembre. Sigo creyendo que, a la larga, Estados Unidos hará lo correcto, que legalizará a los que llegaron después de mí y seguirá siendo ese mismo país generoso que me dio la bienvenida en 1983. Pero hoy, a veces, no lo reconozco.

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