El desafío de recuperar la confianza
Pasó el juicio que nos mantuvo pendientes durante las últimas semanas y luego de que el jurado declarara culpable al otrora hombre fuerte en Honduras, vale la pena preguntarse: ¿y ahora qué sigue?
Más allá de los lamentos y las celebraciones, de la polarización de la opinión pública y de todos los argumentos a favor y en contra que hemos escuchado en los últimos días, si hay algo en lo que probablemente exista consenso a pesar de todas las diferencias, es que es preciso recuperar la confianza en Honduras. La confianza, entendida en su definición básica de “esperanza firme que se tiene de alguien o algo”, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, y que se nutre por una parte de la congruencia -que las acciones correspondan con el discurso- y la constancia, es decir, que sea de manera firme y persistente. Es dolorosa la exposición de la que hemos sido espectadores sobre la podredumbre que creció en el país y que sin duda no termina con el juicio. Faltará mucho más para adecentar la clase política y por recuperar la institucionalidad perdida.
El desafío de recuperar la confianza y la ilusión con el futuro del país recae principalmente en las autoridades actuales, que deberán pasar a las acciones concretas del presente. Además, las organizaciones de la sociedad civil, las iglesias, la academia y la empresa privada también deben tener tareas específicas tanto en buscar la reflexión sobre las lecciones aprendidas, como de los caminos que debemos transitar para mejorar el país.
Lo que escuchamos y leímos fue como un diagnóstico grave de cáncer que no solamente requiere de cirugía, sino de otros tratamientos que nos ayuden a devolverle la salud a la patria.
La golpeada imagen del país va mucho más allá del qué dirán en el escenario internacional, para tener impacto en el clima de inversión, en la retención de capitales y en la creación de nuevas oportunidades de empleo para la población.
La incertidumbre se ha robustecido, a fuerza de sospecha y desconfianza, aunque también de una enorme desilusión con el propio futuro compartido.
Tenemos dos caminos: por una parte, dejar que el derrotismo y la polarización ideológico-política dominen; por otra, darnos cuenta de que para recuperar el país es indispensable la participación de todos, con los que coincidimos en pensamiento, tanto como con los que no, de manera incluyente.
Honduras merece un mejor futuro. Tenemos una patria que recuperar y devolverle el honor de antaño.
El nuestro es un país resiliente, solidario, valiente, trabajador, que ha sido refugio de paz cuando nuestros vecinos vivían episodios complejos de su propia historia. Nos hemos levantado una y otra vez, esta no debe ser la excepción. Que la reflexión nos lleve a la acción: a los políticos, a actuar con decencia por convicción, más que por miedo. A los empresarios, a ser el motor de la economía y de la búsqueda de soluciones; la academia, a sustentar los buenos propósitos; la sociedad civil a exigir y proponer; las iglesias, a fortalecer la espiritualidad y pedir sabiduría para que encontremos luz, donde ahora solo vemos tinieblas.
“ES DOLOROSA LA EXPOSICIÓN DE LA QUE HEMOS SIDO ESPECTADORES SOBRE LA PODREDUMBRE QUE CRECIÓ EN EL PAÍS
Y QUE SIN DUDA NO TERMINA CON EL JUICIO”